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Haití y la República Dominicana bajo la sombra del crimen transnacional

El 1 de enero del 2024, Día de la Independencia en Haití corresponde a la conmemoración de los 220 años de la Revolución Haitiana, una revolución anticolonialista, antisegregacionista y antiesclavista. Es la única revolución esclavista exitosa en la historia de la humanidad.

El primer decreto del joven Estado, del 14 de enero de 1804, fue conceder una bonificación económica a cualquier capitán de barco estadounidense que trajera un esclavo a Haití para gozar de la libertad. Las nuevas autoridades resultantes del movimiento de 1804 quisieron exportar sus revoluciones para liberar a los pueblos del Caribe inglés y francés. Según Lesly Manigat, incluso se enviaron expediciones a Jamaica para desencadenar movimientos de rebelión contra el sistema esclavista.

Frente a las grandes potencias de la época que aspiraban a mantener el orden geopolítico de la esclavitud de la época, la Revolución de 1804 constituyó un polo moral que se propuso la misión de romper este sistema inhumano.

La conmemoración de tal fecha debería haber constituido un motivo de orgullo colectivo para este pueblo, lamentablemente tiende a convertirse con el paso de los años en fuente de tristeza y melancolía. Según el sociólogo Augustin vivimos en una época que genera un sufrimiento indescriptible para los haitianos. Para Fritz Jean, se trata de un colapso social, económico y estatal.

El Core Group Taliban, especialmente los gobiernos estadounidense, francés y canadiense y la misión especial de las Naciones Unidas, incluso buscan matar la esperanza de los haitianos mediante la renovación del caos. Hablan de consenso en la crisis, pero imponen un poder corrupto, destructivo y criminal.

Organizaciones de derechos humanos, funcionarios estadounidenses como el exembajador estadounidense de origen haitiano en Sudáfrica, Patrick Gaspard, instituciones como el Senado y la Cámara de Representantes denuncian siempre la responsabilidad del primer ministro Ariel Henry, en el asesinato del expresidente Jovenel Moïse y sus vínculos muy fuertes con bandas armadas. Sin embargo, el apoyo de estos organismos internacionales a este gobierno a pesar de sus malos resultados durante más de 30 meses, sigue siendo inquebrantable hasta ahora.

En los albores del Año Nuevo, coincidiendo con la celebración de su Independencia, el pueblo haitiano tiene razón en sentirse triste, degradado, humillado y burlado. Si no fuera por su resiliencia, estas personas ya habrían desaparecido, porque los fundamentalistas internacionales y sus perversas elites de políticos corruptos y empresarios contrabandistas hicieron todo lo posible para lograr este fin.

Las perspectivas no auguran nada bueno para el nuevo año en Haití. A esto hay que sumarle el eco de informaciones provenientes del otro lado de la frontera sobre escándalos de narcotráfico en el ámbito político. Haití debe temblar cuando conocemos los potenciales vínculos que podrían surgir entre criminales de ambos lados de la isla.

En efecto, el exdiputado del partido oficial dominicano, Miguel Gutiérrez, detenido en Miami por tráfico y distribución de cocaína en Estados Unidos desde 2021, renunció a su cargo de diputado y el 28 de diciembre de 2023 se declaró culpable de distribución de cocaína. Hay que agregar que fue uno de los primeros cinco diputados que más votos obtuvo en el parlamento dominicano.

Según Listín Diario, por el primer cargo en su contra, el exlegislador enfrenta una pena máxima de cadena perpetua y una pena mínima de 10 años de prisión seguida de una pena de libertad supervisada de al menos 5 años. Por el segundo cargo (lavado de dinero), Gutiérrez podría ser sentenciado a hasta 20 años de prisión, seguido de un período de libertad supervisada de hasta tres años y una multa de 500.000 dólares o el doble del valor de los activos en cuestión.

El exsenador y dirigente del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Ramón Albuquerque, declaró a Diario Libre que para evitar que líderes políticos vinculados al narcotráfico ganen escaños en el Congreso Nacional, es necesario modificar la Constitución.

La policía de Mirebalais (departamento Central) incautó, el 29 de diciembre pasado, 9.960 cartuchos calibre 5 mm, encontrados en cajas que contenían pollos procedentes de la República Dominicana, informa la Policía Nacional de Haití, según la agencia online AlterPresse. Nunca debemos descartar posibles vínculos entre el tráfico de drogas y el tráfico ilícito de municiones y armas a través de fronteras porosas con la dominico-haitiana.

El gobierno dominicano a través de su embajadora en Estados Unidos, Sonia Guzmán, rechazó firmemente las afirmaciones de varios senadores estadounidenses según las cuales su país serviría de puente en el tráfico ilegal de armas hacia Haití, devastado por bandas armadas que imponen una régimen de terror y violencia.

El narcotráfico y sus corolarios de venta ilegal de armas, tráfico de órganos, etc., constituyen un delito transnacional que tendrá muchos más efectos negativos en un Estado fallido como Haití, con instituciones casi inexistentes, con una violencia criminal, una pobreza abyecta y una gran crisis política, la más grave de su historia.

La élite económica de Haití hasta ahora ha jurado mantener el estatus quo para mantener privilegios y evitar cualquier juicio legal que pueda poner en duda sus responsabilidades por monstruosos crímenes económicos cometidos en los últimos 15 años. Tiene omnipresencia en todos los círculos, incluso en sectores considerados altamente progresistas para boicotear cualquier diálogo y cualquier intento de movilización encaminado a una solución duradera a la crisis.

Al menos en la República Dominicana, las instituciones siguen funcionando, pero en Haití prevalece el caos con un gobierno corrupto. En este contexto, el impacto del crimen transnacional con los sectores mafiosos será mucho más difícil de resolver en Haití, especialmente con este sistema de justicia podrido hasta la médula.

Los crímenes transnacionales también constituyen un aspecto importante de la globalización en el mundo actual. De hecho, están previstas instituciones regionales y multilaterales para la represión del crimen organizado. Haití y la República Dominicana, a pesar de un entorno difícil, deben trabajar juntos para brindar respuestas adecuadas.

En el marco de sus intereses estratégicos, República Dominicana se beneficiará mucho más de un Haití estable, próspero y democrático y viceversa, por mucho que digan los ultranacionalistas que siempre quieren tapar el sol con el dedo. En este contexto, la represión del crimen transnacional es un proyecto importante que los dos Estados deben abordar con ética, valentía y responsabilidad.