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Promover una vida sabia, sana y santa

Las personas hoy en día vivimos sometidas a realidades contrapuestas: perdidos en la abundancia o sumidos en la precariedad; volcados hacia fuera o ignorando la realidad interior; atentos a las necesidades superficiales y descuidando lo esencial; desconociendo las propias limitaciones de carácter y resaltando la de los demás. Esta danza social, poco sana, mueve al Papa Francisco a decir que “somos maestros de lo negativo” por la herida del pecado (niño herido), mientras que “en lo positivo somos mendigos”. Vivimos un presente individualista y miope; sin embargo, es el nosotros el que nos proporcionará la victoria.

Asimismo, asistimos a un tsunami de excesos, de desmesura, de ofertas y de posibilidades. Se ofrece de todo con la posibilidad de probarlo todo. Vivir así no es fácil. Atraídos por mil reclamos acabaremos aturdidos y sin capacidad para decidir, cuidar y alimentar lo esencial, a causa de la saturación informativa y comunicativa. Tal cúmulo de contextos, también, conduce a la indiferencia y a la pasividad, quedando la conciencia capturada por todo y por nada. E incluso, las cosas más elementales quedarían comprometidas, como, por ejemplo: dormir, sanar, estudiar, trabajar, vacacionar y envejecer.

Les propongo activar un plan, para este nuevo año, que promueva la sabiduría, la sanidad y la santidad; es decir, que nos permita no solo mantenernos vivos, sino conservarnos humanos. El primero y más importante paso es decidir realizar el plan. A veces el problema no es acción, sino decidir cada día, teniendo en las manos el Proyecto Personal de Vida, el Plan estratégico. Decidir es priorizar. Además, ser optimista. El optimismo es un motor de cambio, pensar positivamente mueve a tener siempre un proyecto para evitar las excusas. También, es básico convencerse de que los fracasos forman parte de la vida y nos advierten de que “no vemos las cosas como son, sino como somos”. Otra capacidad humana extraordinaria es la resiliencia, salir gananciosos de las experiencias traumáticas, viendo en las dificultades oportunidades.

Una amenaza grande, para el plan propuesto, lo constituye la procrastinación; es decir, postergar actividades planificadas para “algún día de la semana”, comprometiendo la excelencia. Es necesario, también, mantener la relación con los familiares y con los amigos; este reto proporciona tanto salud emocional como estímulos para nuestro cerebro, formulando desafíos y manteniéndolos activos. Agradecer, decía Séneca: “nada es más honorable que un corazón agradecido”.

Otra amenaza para nuestro plan es el exceso de trabajo, convirtiéndonos en trabajólicos. Hay que poner límites al trabajo. Además, dedicar tiempo al ejercicio físico para controlar el peso y reducir los riesgos a la salud. Igualmente, significativo, comer saludable, evitando los tres venenos blancos: azúcar, sal y harina. Decía don Quijote de la Mancha, “come poco y cena menos”.

Las últimas dos propuestas invitan a conectar con nosotros mismos, con los demás y con Dios: meditar para ir al propio templo, al propio centro y orar con la Palabra de Dios. He aquí el plan para unificar la vida y ser personas sabias, sanas y santas en el 2024.