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Pánico motorizado

El desafío experimentado por una familia en las calles de cualquier ciudad del país es lo más cercano al pánico. Los buenos hábitos de urbanismo son atropellados por sujetos armados en motores que los interceptan con agresiones en la vía pública. Las amenazas y discusiones que se producen se sustentan en la falta de autoridad en el cumplimiento de las leyes de tránsito. Se sienten por encima de las leyes, se desplazan en todas direcciones, provocando el caos. La vulnerabilidad se acrecienta frente a la desprotección de los derechos de la persona, el respeto a su dignidad, con base a una libertad incompatible con el orden público, alimentada por el anarquismo en las calles sin respeto alguno. Este precio no se puede pagar, ni permitir que la sociedad se nos salga de control. La presencia de patrullas y agentes del orden es imperceptible, sobre todo en las noches, donde pareciera que el ciudadano y sus familias han sido abandonados a su suerte. La nueva corriente de “deliverys”, más que un servicio a los hogares, se ha convertido en una carrera de romper records de entregas “al por mayor”, pero sin “detalle”, por la manera en que compiten para ganar tiempo, que se traduce en una mejor proporción de comisiones por entregas. De tal manera, las calles son autopistas de vertiginosa velocidad, aumentando el porcentaje de accidentes en lugares de alta concentración de ciudadanos. Es hora de que la autoridad vial y el Intrant actúen en consecuencia y que se abandone la práctica del macuteo y los contratos dolosos inconclusos por el padrinaje cómplice de la inseguridad.    

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