Al pasar balance al 2023 de la República Dominicana, se nos revela una imagen compleja con consecuencias a corto y mediano plazo, fruto de una administración tímida que no ha dado respuesta eficiente localmente, a los desafíos económicos globales, lo que dificulta el crecimiento interno y la estabilidad macroeconómica.
La República Dominicana concluirá el 2023 con un crecimiento de su economía mucho menor a su potencial, que a pesar de mostrar ingresos de divisas por exportaciones de bienes y servicios, remesas e inversión extranjera con números positivos, no se han traducido en un mejor desarrollo económico ni en bienestar para los ciudadanos, lo que indica que el Gobierno debe revisar sus acciones, sobre todo lo relativo a la inversión pública, que es la más baja de los últimos 72 años, a la par del endeudamiento más alto de los últimos 45 años.
Si bien es cierto que el Banco Central ha logrado controlar la inflación para que se mantenga dentro del rango meta, resulta cierto también que el costo de la vida es inmanejable para la mayoría de la población, lo que ha llevado al endeudamiento individual a corto plazo y a la pérdida de calidad de vida para miles de familias. Esto quiere decir que la atinada política monetaria del Banco Central no ha estado acompañada de políticas públicas de calidad por parte del Gobierno, que ha fallado en brindar apoyo a los sectores productivos, sobre todo en lo relacionado con la generación de empleos y la producción local.
Los grandes y graves desafíos del sector agropecuario deberían ser una preocupación para este Gobierno. Sin embargo, su respuesta constante a los desafíos de la seguridad alimentaria se ha concentrado en el aumento de las importaciones, afectando a los productores agropecuarios que, además, no están acompañados por un Ministerio que les brinde el acceso al financiamiento y al acompañamiento técnico necesarios, y ni que hablar de la pérdida de oportunidad de tecnificación necesaria para la competitividad. ‘
Lo que acontece en el Ministerio de Educación debería consternar a toda la sociedad dominicana. Hay que reconocer que cualquier avance en los exámenes PISA es bienvenido, por mínimo que sea, pero este Gobierno no puede adjudicarse ese logro, por el contrario, debería preocuparse por corregir con urgencia las graves faltas que se cometieron con los libros de texto y, lo más importante, retomar los planes establecidos en el Pacto Educativo, que cuentan con el apoyo de toda la sociedad, para así invertir mejor el 4% del PIB que se destina a esa cartera en la formación del capital humano para el siglo XXI, marcado por los avances de las tecnologías y la inteligencia artificial.
El sector turismo sigue siendo un sector clave para la economía dominicana, que presenta importantes logros que son testimonio de la resiliencia ante catástrofes como el Covid-19. Sin embargo, la sostenibilidad del sector también descansa en una buena gestión de los recursos naturales y en materia de adaptación al cambio climático, en lo que no vamos muy bien. Se necesitan acciones más contundentes y una mejor gestión ante los riesgos y desastres naturales.
En el sector salud los desafíos son aún mayores. El sistema de salud se siente colapsando y cada vez la aparición de nuevos virus o combinaciones, pone a prueba la capacidad de gestión de esta administración con un derecho tan sagrado como el derecho a la salud.
Cuando miramos hacia el futuro de la República Dominicana, aún vemos varios desafíos. Necesitamos una mejor gestión de la economía familiar, para encontrar el equilibrio entre el crecimiento económico y la estabilidad de precios. Además, la necesidad de diversificar la economía y fomentar un crecimiento más equilibrado entre los diferentes sectores es imperativa, movidos por la inversión en infraestructura y educación, sin dejar atrás la necesaria protección social.
El país cierra un 2023 con un panorama económico y social muy desafiante, que afecta la base sólida sobre la que se podría construir un futuro económico más estable y próspero.