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SIN PAÑOS TIBIOS

El síndrome de carguitis

La carguitis es una enfermedad que afecta a muchos funcionarios que detentan de manera circunstancial y transitoria el poder. Su cuadro clínico es complejo y en él confluyen diversas manifestaciones dependiendo de la interacción de diferentes variables, como el origen social del funcionario, su historia familiar, los rechazos en las relaciones personales, la función a desempeñar o el lugar designado.

Uno de los aspectos más desconcertantes de la carguitis es su temporalidad, aunque su punto de partida está sobradamente esclarecido, ya que el cuadro clínico comienza a manifestarse cuando el afectado es designado a un cargo público –sea este electivo o no–, sin importar que la modalidad de designación sea vía Poder Ejecutivo o mediante una acción de personal de carácter administrativo.

Una vez el individuo accede al cargo público, opera en él una metamorfosis cognitiva y la carguitis comienza a manifestarse afectando sus sentidos básicos sensoriales: el gusto cambia y las papilas se híper desarrollan, por lo que el paladar evoluciona rápidamente y necesita degustar productos del mar o de la tierra tradicionalmente reservados, no sólo a paladares exigentes, sino también a bolsillos pudientes; el oído adquiere una condición auditiva binaria, pues a la par de que no escucha la voz de viejas amistades y familiares, se agudiza en cambio para escuchar los aplausos de las focas y los halagos de los nuevos y repentinos amigos, así como chismes ajenos y cualquier crítica recibida; el tacto manifiesta una hipersensibilidad a la crítica o el cuestionamiento; la vista se reduce y sólo permite ver lo que conviene; y, por último, el olfato pierde fuerza, pues quienes sufren de carguitis no pueden oler el hedor que despiden los contratos manipulados, los TDRs a la medida, entre otros actos administrativos de naturaleza dudosa.

En el plano motor, la carguitis produce una rigidez en el músculo esternocleidomastoideo que le impide al paciente girar el cuello, y, por tanto, le obliga a mantener la mirada fija en un punto perdido del horizonte, siendo incapaz de girar la cabeza para hablar con nadie. A nivel neural, la carguitis da una sensación de sapiencia e infalibilidad infinita; una euforia de luminiscencia permanente que roza la infalibilidad y la autocomplacencia, a la vez que genera una situación de desconexión espacial y social, que hace que el individuo perciba que flota sobre una alfombra persa por encima de las cabezas de todos los demás; sumándose a ello una amnesia parcial y focalizada que le impide reconocer su lugar de origen, los amigos de toda una vida, así como también los valores familiares recibidos y los códigos de ética sociales aprendidos.

Así como de rápido llega, así igual se va, pues la carguitis cesa tan pronto se deja el cargo público. Cuando eso ocurre, el paciente entra en un cuadro de negación pasiva/agresiva, al que le sigue un episodio depresivo profundo que se agudiza en función del rechazo o aceptación que reciba de parte de todas las personas que padecieron las consecuencias de la enfermedad.

La carguitis es el gran desafío de la sociedad de la irrelevancia del siglo XXI, pues es, en definitiva, el mecanismo de catarsis del que pueden disponer más fácilmente quienes necesitan aparentar que lo tienen todo, para poder ocultar que no tienen nada.

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