AGENDA SOCIAL
Fragilidad climática
El cambio climático es una realidad innegable, cuyos efectos adversos son cada vez más evidentes. Los fenómenos naturales no solo se intensifican, sino que también se vuelven más impredecibles, afectando indiscriminadamente a través de potentes vientos y lluvias torrenciales que causan estragos en vidas y propiedades.
La escalada de la temperatura global es un hecho comprobado con veranos más intensos, heladas invernales más severas y aguaceros torrenciales que ocasionan una pluviometria muchas veces impredescible, como acaba de ocurrir en nuestro país. La actividad humana y los hábitos de consumo han contribuido significativamente a este cambio climático. Por tanto, reaprender a comportarnos y combatir sus efectos se erige como un desafío primordial para la humanidad, pues de ello depende nuestra supervivencia.
En la República Dominicana, hemos sido testigos de lluvias torrenciales y sus graves consecuencias en nuestras comunidades. Estos eventos son solo un aviso de los desastres aún más graves que podrían sobrevenir. La fragilidad climática de nuestra nación es palpable, y urge la implementación de políticas públicas enfocadas en la resiliencia y adaptabilidad ante un clima que no podemos dominar, y cuya transformación requerirá años de esfuerzo continuo.
Pronto, la COP 28 se congregará en Dubái para proseguir las negociaciones basadas en el Acuerdo de París, un plan estratégico esencial pero estancado debido a intereses políticos y económicos. Los países con mayores emisiones de dióxido de carbono deben asumir su responsabilidad financiera en la materialización de las acciones convenidas, ya que son los principales contribuyentes al problema global.
A países como la República Dominicana, que carecen de recursos para inversiones significativas, pero sufren desproporcionadamente las consecuencias del cambio climático, tenemos que abogar por el cumplimiento de los compromisos del Acuerdo de París, a la vez que alfabetízanos ambientalmente a la población y la preparamos para tener una mayor conciencia de nuestra incidencia en el cambio climático.
Estamos en la ruta directa de fenómenos atmosféricos cada vez más frecuentes y severos, lo que complica aún más la preparación adecuada, a no ser que todos estemos conscientes de las consecuencias de nuestras acciones diarias.
Mientras tanto, es imperativo desarrollar una nueva perspectiva que nos permita actuar localmente mientras presionamos por soluciones globales. Esto implica educar a nuestra población sobre prácticas sostenibles, invertir en infraestructura resiliente y desarrollar sistemas de alerta temprana que puedan mitigar el impacto de desastres naturales.
Además, debemos fortalecer la solidaridad global y el compromiso para asegurar un futuro sostenible. No podemos permitir que la inacción o la lentitud en la implementación de medidas cruciales sigan siendo la norma. La resiliencia climática debe ser un esfuerzo conjunto, priorizado en todas las agendas políticas, para proteger no solo a las generaciones actuales, sino también a las futuras.
La fragilidad climática es un desafío que trasciende fronteras y requiere de una acción colectiva decidida. Es hora de que la comunidad internacional se eleve por encima de las diferencias y actúe con la urgencia que este momento crítico demanda. La República Dominicana, al igual que todas las naciones vulnerables, merece un futuro en el cual el cambio climático ya no sea una amenaza latente, sino un desafío superado con éxito.