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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Arrupe viajero en el espacio y el tiempo

A los pocos días de la clausura del Concilio Vaticano II el 8 de diciembre del 1965, Arrupe emprendió un exigente recorrido por una docena de países del Oriente Medio y África, zonas del mundo que conocía poco. De esta forma, Arrupe “tomó contacto directo con los jesuitas establecidos en culturas diversas y, casi siempre, en realidades sociales conflictivas”.

Pronto su capacidad sobresaliente de comunicación personal y a través de los medios sorprendió a todos. Desde los primeros días al timón de la Compañía, Arrupe mostró su voluntad decidida a establecer canales de comunicación con los jesuitas dispersos saliendo a su encuentro “en sus mismos puestos de misión”. La imagen del Arrupe, General viajero armonizaba con la Compañía de Jesús laborando en todos los continentes integrada por hombres provenientes de “docenas de culturas.” En la segunda mitad del siglo XX, en la arena mundial, la Compañía de Jesús era una de las instituciones de composición más “heterogénea” presente “en más de un centenar de países”. Desde hace años, los jesuitas provenientes de Occidente eran minoría. En un pasado no muy lejano, al igual que otras instituciones eclesiales, la Compañía se esforzaba por la homogeneidad de sus estructuras y respuestas. Luego de la Segunda Guerra Mundial, dar una respuesta evangelizadora pertinente a los desafíos locales exigió aceptar “la unidad en la diversidad”. Para poder dar seguimiento a las muchas respuestas locales con conocimiento directo, Arrupe se aventuró en el espacio con frecuencia acompañado por un pequeño grupo de asistentes. Tomar en serio la originalidad de las respuestas locales implicó para Arrupe viajar en el espacio.

Pero Arrupe también fue un viajero en el tiempo. Siguiendo las orientaciones del Vaticano II que, pedían a cada instituto religioso interrogarse por su “fidelidad” a su inspiración original, junto a toda la Compañía de Jesús Arrupe viajó a las fuentes de la espiritualidad ignaciana para discernir qué cambios eran necesarios en su estilo de vida. Y desde su cargo de presidente de la Unión de Superiores Generales, al cual fue electo 4 veces, apoyó los esfuerzos de sus colegas, que se remontaron en el tiempo para discernir la oportuna adaptación de su carisma y poder evangelizar la sociedad moderna.

(Mikel Viana, “Pedro Arrupe: el sentido de un Centenario”, Revista Internacional de Estudios Vascos. 53, 1, 2008, 277-303).