enfoque
Abás, el “embajador de la paz”, no reconoce el terrorismo de Hamás
Tuvieron que pasar cinco largos días a partir del ataque de Hamás para que el presidente de Palestina, Mahmud Abás, condenara - a regañadientes – “la matanza y maltrato de civiles tanto del lado israelí como del palestino”. Hizo esto sucumbiendo a la presión interpuesta por líderes, como el canciller de Alemania Olaf Scholtz, que demandaban que Abás hiciera lo propio.
Sin embargo, es preciso notar que, en su tenue declaración del jueves 12 de octubre, Abás se mantuvo al margen de subrayar el hecho de que Hamás, en su calidad de organización terrorista, fue la entidad que, en efecto, atacó a Israel de manera alevosa, premeditada, deliberada y sorpresiva, matando, violando y secuestrando a civiles, incluyendo bebés y ancianos sobrevivientes del Holocausto. De modo que para Hamás la matanza de civiles no es un daño colateral. Es, de hecho, su objetivo central.
Israel, por su parte, a medida que se prepara para contratacar, le da previo aviso a los civiles palestinos para que evacúen los predios que serán objeto de avances bélicos. Como si fuera poco, Hamás retiene a muchos de esos civiles – inclusive a niños – para usarlos como escudos en el conflicto con sus vecinos.
Soslayando esa realidad, Abás, en vez de expresar indignación ante la cruda demostración de vileza, cobardía e indolencia terrorística de Hamás, lo que dijo, de buenas a primeras, en octubre 8, un día después del ataque, fue que “los palestinos tienen el derecho a defenderse”. Nadie – por supuesto - argumentaría lo contrario, pero la realidad es que los que se están defendiendo son los israelitas ya que ellos fueron – y siempre han sido - las víctimas de las gestas bélicas-criminales de sus vecinos palestinos. Por tanto, la declaración de Abás es una grotesca tergiversación de la situación que se vive en la región que es del mundo el centro de atención.
Que Abás sea el autor de declaraciones tan cínicas, descabelladas y de la realidad fundamentalmente divorciadas no es de extrañar. Basta con estudiar su tesis doctoral para entender su siniestro modo de pensar, así como su manipulativa manera de accionar. En esa tesis, Abás se atrevió a argumentar - sin sonrojar - que el Holocausto de los judíos en la Segunda Guerra Mundial no era más que una “fantasía sionista”. Más específicamente, se refirió al particular como “la mentira fantástica que seis millones de judíos fueron asesinados”.
Ese argumento nefasto de negación de un hecho histórico verificado no fue un simple comentario tangencial, sino que constituyó la idea principal del ejercicio intelectual de Abás. Tanto así que él decidió titular su trabajo doctoral “El otro lado: la relación secreta entre el nazismo y el sionismo”. Con ese título, Abás sugiere que los judíos orquestaron el drama de su asesinato en masa con la Alemania hitleriana. Esto con el objeto de posar como víctimas y avanzar la agenda sionista de retomar la Tierra Prometida.
Es realmente insólito cómo, al autor de tal patraña, este país - bajo los auspicios del expresidente Leonel Fernández en 2012 – lo condecorara con la orden de Duarte, Sánchez y Mella. Peor aún es que en la ceremonia de condecoración el entonces presidente Fernández llamara al condecorado “un embajador de la paz”.
Llamar “un embajador de la paz” y honrar con el pergamino que lleva el nombre de los patricios a uno de los principales líderes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) es, en el mejor de los casos, una quijotada y en el peor, una vil traición a los valores de la patria. Esto, considerando que, entre otros muchos actos cobardes, el FPLP fue la organización que el 30 mayo de 1972 ejecutó la masacre del Aeropuerto Lod; un acto terrorista que casi cobra la vida del padre del autor de estas líneas. Y es que mi padre, German D’Óleo Encarnación, de 29 años de edad en ese entonces, había emprendido un viaje a Tierra Santa junto a un grupo de cristianos de la Iglesia Metodista de Puerto Rico. Como estudioso de la Biblia, su sueño dorado era caminar el escenario donde Jesús llevó a cabo el acto sacrificial que divide la historia de la humanidad y que, a su vez, representa para los creyentes el cumplimiento de la promesa redentora.
Para mi padre y sus compañeros, el viaje a Israel empezó el 29 de mayo saliendo de Puerto Rico con destino de conexión a la ciudad de Nueva York. Desde Nueva York continuaron la travesía en un avión de Air France hasta Roma, Italia. Allí tres terroristas japoneses reclutados por el Ejército Rojo de Japón, entrenados en Beirut, pagados por los árabes y asignados a llevar a cabo el ataque terrorista ideado por el FPLP - del cual es parte Abás - abordaron la aeronave de Air France que en pocos instantes despegaría hacia su destino final en el Aeropuerto Lod de Tel Aviv, Israel.
Los tres terroristas subieron al avión con granadas y armas semiautomáticas escondidas en estuches de violín, mas no entraron en acción en pleno vuelo; esperaron a desembarcar en el aeropuerto y abrieron fuego en control de pasaportes. Iniciado el ataque, mi padre fue uno de los primeros en caer cuando una bala explosiva impactó su muslo izquierdo. Después de la primera ronda de matanza, con decenas de cuerpos caídos en la zona de control de pasaportes, los terroristas - para rematar - dispararon otra ronda con sus ametralladoras a ras de la superficie del suelo. Ahí fue cuando una segunda bala impactó a mi padre, también en el muslo izquierdo. Esa segunda bala explosiva le atravesó el nervio ciático, destruyéndolo casi en su totalidad. Los doctores en Israel le dijeron “Señor D’Óleo, usted nunca volverá a caminar”. Habiendo conocido solo el aeropuerto y el hospital en ese viaje a Israel, dos meses después del incidente, mi padre, valiéndose de muletas y de una silla de ruedas, voló de regreso a su natal República Dominicana. A su llegada el 20 de junio de 1972 fue entrevistado por el periodista Aníbal de Castro del periódico Última Hora. En su artículo, de Castro introdujo el encuentro con mi padre de la siguiente manera:
“Para German D’Óleo habrá un 30 de mayo que no olvidará nunca más en su vida cuando sobrevivió a un ataque terrorista en el Aeropuerto Lod, en Tel Aviv, Israel. Tuvo mejor suerte que 25 compañeros muertos en el hecho, pero nada pudo hacer para evitar que dos balas se alojaran en su muslo izquierdo. Fue el único dominicano que vivió la tragedia que ensombreció a tantas personas en todo el mundo. Viajaba a Israel para conocer los lugares santos . . . Su sueño dorado era conocer Tierra Santa. Y estuvo a punto de perder la vida para hacer realidad un sueño que sigue siendo sueño.”
Dos años después de esa entrevista mi padre hizo realidad su sueño; no se dejó amedrentar por el acto terrorista y volvió a Israel para vivir una experiencia que en su existencia marcó un antes y un después.
Así mismo hoy, los que amamos a Israel, no nos dejaremos amedrentar por la insolencia de líderes como Abás, ni por la vileza de Irán ni de Isis ni de Hezbolá ni de Hamás; ni por los que con desdén soslayan la realidad declarando a un perpetrador de maldad como un “embajador de la paz” para obtener la aprobación de la élite global del mundo actual.
Hoy, los que estamos del lado de la verdad indubitable de los hechos irrefutables, estamos con Israel y volveremos a Israel. El terror no tendrá la última palabra. Ese honor lo tendrá el amor que ahora lucha, derramando sangre, sudor y lágrimas para establecer la paz en Tierra Santa.