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La mente, un alma de destrucción o salvación

La salud mental incide en la forma cómo pensamos, sentimos, actuamos y en cómo lidiamos con la vida. Al igual que la salud física, la salud mental es primordial en el desarrollo de las etapas de la vida; y afecta a pequeños y grandes, así como a ricos y pobres. Cuidar y educar la salud mental es una tarea de todos; especialmente, de la familia, de la escuela y del Estado. Es una condición a la que nos gustaría poder acceder y disfrutar.

El estado mental asegura una condición y un nivel de funcionalidad social que satisface dos necesidades fundamentales: la adaptación social, el logro de satisfacciones y las realizaciones personales.

Una persona mentalmente sana exhibe características definidas, por ejemplo: posee capacidad de aceptación de sí mismo, de los demás y de su ambiente; mantiene buenas relaciones; manifiesta buena voluntad, paciencia y compasión; percibe objetivamente el mundo y su gente; aprecia y disfruta de la vida; muestra autonomía de pensamiento y de acción; es creativa, toma decisiones y enfrenta los problemas sensatamente; respeta los derechos y la individualidad ajenos.

Generalmente, la mujer tiende a ser más vulnerable a padecer trastornos psicológicos que el hombre. Igualmente, existen unos aspectos que determinan la salud mental: el ambiente (violencia, nutrición, vivienda, educación, empleo); servicios de salud (accesibilidad, cobertura, entrenamiento y actitudes de los profesionales de la salud); comportamiento (factores de riesgo y vulnerabilidad, el afecto, las buenas relaciones, las habilidades comunicativas); influencia de la familia (grado de disfunción y patologías de los padres); factores genéticos (individuos con ancestros que han sufrido patologías); factores psicosociales (situaciones familiares que repercuten en la salud mental); por ejemplo: hijos con padres ausentes, enfermedad grave de uno de ellos, discapacidad. O también, en los cónyuges debido a la soledad, a los accidentes y a la desocupación.

Sigmund Freud sostenía que la persona sana o madura: ama y trabaja; por su parte, los psicólogos humanistas añaden que un individuo sano: reza y juega. Aspectos que la familia, la escuela y la sociedad han de cultivar, promover y cuidar.

Las personas mentalmente sanas viven satisfechas consigo mismas: no se sienten presas de sus propias emociones, aceptan las decepciones y fracasos, son tolerantes, no sobrevaloran ni subestiman sus capacidades y sus habilidades, se sienten competentes, enfrentan las situaciones diarias y se respetan a sí mismas.

Además, se sienten a gusto con los demás: saben amar, sostienen relaciones interpersonales duraderas y satisfactorias, confían en los demás, no se dejan utilizar ni utilizan a los otros, despiertan respeto y aceptación, poseen sentido de pertenencia y asumen la responsabilidad de sus actos.

Asimismo, responden a las demandas de la vida: enfrentan las dificultades, aceptan sus responsabilidades, se adecúan a los ambientes y los modifican cuando es necesario, saben proyectarse y planificar el futuro sin temor, tienen mente abierta, saben emplear sus capacidades, se fijan metas alcanzables, toman decisiones y saben gratificarse. Nuestra mente puede ser un arma de destrucción o de salvación, cada uno determina lo que desea que sea. 

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