AGENDA SOCIAL
La incesante búsqueda de la paz
El mundo se enfrenta a momentos de suma dificultad. Basta con observar los conflictos activos en Ucrania, la reciente ofensiva de Azerbaiyán contra las fuerzas armenias por la disputa en Nagorno-Karabaj, la guerra civil en Siria que aún continua y, apenas hace unos días, el recrudecimiento del conflicto latente entre Israel y Gaza que ha consternado al mundo.
Para la Organización de las Naciones Unidas vivimos “una nueva era de conflictos y violencia”, reconociendo que la naturaleza de las conflagraciones se ha transformado sustancialmente desde la fundación de la ONU y que, en la actualidad, es más difícil prevenir o buscar soluciones a los conflictos y a las distintas formas de violencia debido a la complejidad de los fenómenos que operan en cada región.
Hay un sinnúmero de conflictos locales y regionales que se complican por las disputas territoriales, la ausencia de institucionalidad, la presencia de elementos de crimen organizado, la carencia de recursos naturales y las diferencias políticas, que colocan a muchos países al borde del conflicto y genera un alto riesgo para la población civil.
En consecuencia, la humanidad hoy en día está obligada a continuar su busqueda incesante por la paz, la suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, como dijera el Papa Juan XXIII en su encíclica Pacem in Terris publicada en abril del 1963, hace 60 años. Aquellas enseñanzas, lamentablemente, aún no han germinado en muchos corazones y por eso enfrentamos grandes inconvenientes que amenazan la paz en la humanidad.
En aquel momento el mundo estaba dividido en dos bloques, con guerras en Vietnam, África, América Latina y, sobre todo, bajo la amenaza nuclear. La paz con verdad, justicia, caridad y libertad parecía una meta alcanzable, pero releyendo un mensaje posterior del Papa Juan Pablo II se revela una parte importante de esa búsqueda incesante de la paz, y es que se trata de una tarea permanente, que no termina nunca y que siempre está sometida a las más grave amenazas.
Si queremos paz, tenemos que reconocer que las relaciones internacionales se rigen por la justicia y por la verdad. Cierto es como dice la encíclica, que algunas naciones aventajen a otras en el grado de cultura, civilización y desarrollo económico, pero más cierto es que esto constituye una obligación para prestar una mayor ayuda al progreso común de todos los pueblos.
Los pueblos estamos compelidos a preocuparnos por todos los sucesos que amenazan la paz mundial, porque son amenazas al progreso de la sociedad en su conjunto. La consolidación de la paz en el mundo requiere de la voluntad de muchos actores, en lo público y en lo privado, comprometidos con el diálogo, con la diplomacia, con el respeto al derecho ajeno. Hoy más que nunca postulemos hacia el propósito de un mundo que viva en confraternidad y armonía, sigamos en la búsqueda incesante de la paz.