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Enfoque

La convención de Lomé

Recientemente hemos leído en el Listín Diario dos artículos, uno del ex gobernador del Banco Central don Hugo Guiliany Cury, y otro del ex canciller don José Augusto Vega Imbert, refiriendo sus experiencias alrededor de este tema, a raíz de una visita a Francia a inicio de la década de los años 80 para la renegociación de la deuda.

En el caso del licenciado Guiliany argumenta, con sobrada razón, que Francia no puede mediar en la crisis entre Haití y República Dominicana, justamente por la opinión vertida acerca de Lomé. El doctor Vega Imbert narra las expresiones de alegría de don Felipe González posteriormente con relación al ingreso de la Republica al referido acuerdo comercial y de desarrollo.

Llegamos a la Cancillería dominicana el 16 de agosto de 1988 y encontramos el proyecto semiparalizado, a pesar de los esfuerzos del fenecido subsecretario Frederick Emam-Zadé Gerardino.

Tomamos en nuestras manos el tema de nuestro ingreso a Lomé, conversamos con el presidente Balaguer acerca de las oportunidades de nuevos mercados y el acceso a unos envidiables esquemas de cooperación económica. Estadista visionario, aquilata su importancia y autoriza el despliegue diplomático que ocuparía la mayor parte de nuestro tiempo en la Cancillería por los próximos 15 meses.

Abrimos la embajada en Bruselas con el ministro consejero Renzo Herrera Franco, para que iniciara los contactos y las negociaciones en Bruselas, mientras quien suscribe iba a darle apoyo, al tiempo de iniciar las negociaciones con los miembros del Caricom, opuestos por razones entendibles a nuestro ingreso, con los estados miembros africanos y con algunos estados de la Unión Europea que tenían sus reservas acerca del ingreso de Haití por el historial de los gobiernos de facto que se sucedían en la vecina nación debido al irrespeto de los mismos a los derechos humanos del pueblo haitiano que, como le explicábamos, no era responsable de las actuaciones de sus gobiernos de fuerza.

Tuvimos que hacer concesiones, y renunciar a nuestro derecho a pertenecer al protocolo del banano, para complacer a Caricom, temeroso del nuestro; al del ron, para complacer a Barbados; y al del azúcar refino para complacer a Isla Mauritius.

Debo reconocer que tuvimos la grata compañía y asesoría de la inolvidable Maritza Amalia Guerrero, así como el estímulo del doctor Fabio Herrera Roa y don Samuel Conde Arenas en esas extensas jornadas.

Justo es decir que recibimos un respaldo permanente del fenecido Canciller español, Fernández Ordoñez, del fallecido don Manuel Marín y en general del gobierno español, mientras de Francia solo recibimos la más marcada indiferencia. Gran Bretaña, por las presiones del Caricom, fue agresiva pero más diplomática.

Finalmente, luego de intensas negociaciones, nos cupo la honra de suscribir nuestro ingreso a la Convención en Lomé, capital de Togo, el 15 de diciembre de 1989, permitiendo el acceso de la República a más de 60 nuevos mercados; a una generosa cooperación económica no reembolsable para nuestro desarrollo, así como al mercado europeo con el ingreso unilateral preferencial para nuestros bienes.

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