VIVENCIAS

Saber envejecer

¿Es tan cierto que saber envejecer es la obra maestra de la cordura como proclama Henri-Frédéric Amiel en su Diario íntimo? Si no lo es, al menos la vejez no la ancianidad, transmuta el paso de la vida temporal por la mirada fija en el cielo.

Una de las palabras con mayor sabiduría pronunciadas sobre el envejecimiento, fueron aquellas que el gran predicador dominico Jean Baptiste Henri Dominique Lacordaire, el más grande orador de púlpito del siglo XIX matizara con su proverbial autoridad, y gestos llenos de vigor desde la catedra de Notre–Dame, que impresionaba a los corazones más endurecidos.

Vale la pena parafrasear sus palabras que elegía en el fragor de su encendido verbo sobre la marcha de sus grandes líneas que desbordaba su pensamiento, y sobre hechos inspirados por la presencia del público o por “alguna repentina emoción que le asaltaba”.

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