ENFOQUE
Los peligros que llegan con la desinformación
Quién tiene la información, tiene el poder… pero quien manipula la desinformación a su favor, puede obtener grandes beneficios y perjudicar a diferentes sectores de cualquier sociedad.
A la desinformación le podríamos llamar uno de los grandes males del siglo XXI, producto de la manipulación que se ha venido desarrollando en las redes sociales y páginas de internet, cuyos efectos se sienten ya en procesos electorales, en las decisiones personales sobre temas cotidianos, sociales o políticos, además de crear ventanas para extorsiones, estafas y otro tipo de los ahora llamados “delitos cibernéticos”.
Por iniciativa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y otras organizaciones preocupadas por lo que sucede en torno a la desinformación a nivel mundial, esta semana se llevó a cabo la III Cumbre Global Sobre Desinformación, en la cual se habló de las causas y efectos de esta tendencia en auge que se ha filtrado en todas las capas sociales con la transmisión de noticias falsas –fake news– o creadas a partir de información verdadera mezclada con incorrecta, para crear una manipulación interesada de personas o sectores sociales. Estas redes son el “caldo de cultivo” y en el proceso de desinformar se utilizan perfiles falsos o verdaderos, “influencers” y NetCenters o esquemas manipuladores de redes sociales. La temática varía de país en país y depende de los momentos que viven, pero el esquema se repite a nivel global, como lo demuestran estudios que se han llevado a cabo sobre temas específicos.
En la citada cumbre se mostró que los procesos electorales de Estados Unidos, Brasil, Ecuador, Guatemala y Colombia –para solo citar algunos– han sido afectados por el baño de mensajes engañosos o totalmente falsos, con el fin de crear tendencias o confusión entre los electores. Cada vez se observa mayor sofisticación en el uso de la desinformación, lo que la convierte en un peligro mayor.
No solo se utiliza en temas electorales, ya antes se sufrió durante la pandemia por esta causa, y ahora se comprueba que hasta los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos desde venezolanos, centroamericanos, dominicanos, haitianos y demás, se han vuelto blanco vulnerable y son víctimas de extorsionadores o criminales que les engañan con el fin de sacar provecho económico de ellos.
En la citada cumbre participaron expertos de diferentes países y organizaciones globales, también lo hicieron periodistas de América, quienes destacaron la importancia que tienen las sociedades bien informadas. Antes se decía que “a mayor información, mayor democracia”, argumento que, si bien sigue siendo válido, ahora puede confundirse, pues para muchos la desinformación que hay en internet –redes y páginas– es parte de la información diaria que consumen. Dan por hecho todo aquello que reciben.
Ninguna red se salva de las críticas como vehículos de desinformación. Facebook, TikTok, “X” –antes Twitter–, Instagram, WhatsApp u otras alternativas se utilizan con estos fines perversos e interesados. Y no parece haber defensa ante ello.
Una de las conclusiones de la citada cumbre es que hay que hacer un esfuerzo de “educación” para que se construya lo que podríamos llamar una “cultura” de verificación, para utilizar como fuentes de información aquellas que son verificadas y creíbles. También se destacó que la prensa del siglo XXI tiene el gran desafío de hacer un periodismo de excelencia, sin compromisos y sobre todo transparente, para recuperar la credibilidad que en parte se ha perdido.
El compromiso con la búsqueda de la verdad debe ser una característica de la prensa en nuestros días, con el fin de crear una especie de dique que detenga el avance de la desinformación. La batalla no es fácil y apenas está principiado, entre los generadores de información y quienes están detrás de la desinformación. El problema es que los segundos han demostrado tener capacidad y poder para montar auténticas campañas, no siempre fáciles de desnudar ante los usuarios o lo que antes llamábamos opinión pública.
La prensa del siglo XXI sigue encontrando en el internet una ventana de oportunidades, pero también está ese peligroso campo minado de la desinformación que deja tras de sí un estela de efectos negativos, producto de una sociedad mal informada o engañada.
El autor fue presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)