Francia no puede ser árbitro en nuestras relaciones con Haití
A fines del 1984, el gobierno dominicano designó una delegación que visitaría Francia para tratar importantes temas bilaterales que eran del interés de las dos naciones. La delegación estaba compuesta por el canciller José A. Vega Imbert, el Ministro Técnico de la Presidencia, Orlando Haza; el asesor económico del Presidente, Milton Messina; el Embajador Dominicano en Francia M. Ray Guevara, y Hugo Guiliani Cury, Gobernador del Banco Central. Una de las primeras citas el 28 de noviembre de 1984, era una cena en el bello Palacio Quaí de Orsay (Sede de la Cancillería Francesa). En ella estarían el Canciller de Francia Claude Chayson, Pierre Beregovoy Ministro de Economía y quien poco después fue Primer Ministro, M. Candessus, Gobernador del Banco Central y Régis Debray que era el Asesor en Política Exterior del Presidente francés Francois Mitterrand. El grupo de la delegación Dominicana, estaba contenta ya que seriamos recibidos al más alto nivel y pensábamos que allí se decidirían los principales temas de la agenda. El anfitrión era el Canciller Chayson, que bajo el protocolo francés se sentaría en el centro de la mesa y a su derecha estaría el Canciller dominicano. Frente a ellos, es decir en el otro lado de la mesa estaría el Ministro Beregovoy, quien tendría a su derecha al Ministro Orlando Haza y a su izquierda al suscrito. El grupo estaba muy consciente del orden en que entraríamos al salón y como nos colocaríamos en función a la jerarquía de cada quien. Para situar al lector, en el tema de esta conversación debo en forma breve señalar que en la década del sesenta con la independencia de los países africanos se había producido una ruptura de ese continente con la vinculación colonial que tenían con Europa. Durante años se discutieron las relaciones comerciales de África y los países del Mercado Común europeo (MCE). De esas largas y polémicas conversaciones surgió el acuerdo de LOMÉ. Este se constituyó como el convenio más importante en la historia de las relaciones de los países desarrollados y el tercer mundo. Los aspectos más importantes eran el acceso privilegiado al Mercado Común Europeo de todas las exportaciones de los llamados países ACP y el fondo de estabilización que compensaría a los países ACP de cualquier disminución en el valor de sus productos exportables. En ese entonces Francia y Gran Bretaña diferían en cuanto a la visión que tenían del Orden Mundial y de cómo integrar a Europa y la política a seguir con los países subdesarrollados. Los franceses eran de opinión que el desarrollo del tercer mundo debería tener un enfoque regional mientras que Gran Bretaña favorecía llevar a cabo una política Global Mundial.
Habiendo entrado al palacio y rebasado esos primeros momentos y las cortesías de lugar, decidimos comenzar con el tema de nuestra aspiración de entrar al convenio de LOMÉ. Era importante conocer el pensamiento de los personajes con los cuales intercambiaríamos esa noche. Para ello tuvimos que ir muy atrás en la historia tratando de comprender las posiciones de nuestros anfitriones sobre este tema. Uno de ellos, el canciller Claude Cheyson, había sido décadas atrás el director para el desarrollo de los países europeos y uno de los actores principales del acuerdo de LOMÉ y de las posiciones francesas en ese tema. Con el transcurrir y el avance de la conversación, nos dimos cuenta que los anfitriones admitían que teníamos derechos para entrar a dicho acuerdo. Sin embargo la posición de Francia era de no apoyarnos a entrar al convenio de LOMÉ. La decisión final expuesta por el Canciller Chayson quien indicó que Francia no nos apoyaría. A la vez señaló que Francia daría un apoyo total al vecino país de Haití para que entrara a dicho acuerdo. También nos advirtieron de que no tratáramos de que España nos ayudara. Agregando que ese país no tenía el poderío de Gran Bretaña cuando lograron que la Comunidad Económica Europea aceptara a todas las ex colonias inglesas a entrar al convenio de LOMÉ.
Pero la verdad es que esa noche salimos de esa cena desconcertados y desilusionados con Francia, pues no esperábamos esa posición tan radical. Nunca, cuatro décadas después he llegado a comprender la negativa de Francia para que entráramos. Lo que perdura en mi memoria son las palabras finales del Canciller Vega y la defensa de nuestro Embajador Milton Ray Guevara, tratando de inducir a Francia a que nos diera su apoyo. En la mente de franceses ilustrados podría existir un cierto grado de culpabilidad en relación a la llamada doble deuda tanto moral como financiera que tienen con Haití a quien han querido ayudar pero no han podido hacerlo. No ha sido todo culpa de Francia, pues ha sido en gran parte culpa del liderazgo haitiano, que no ha sabido conducir a su nación hacia el desarrollo y la han saqueado. No se si es mucho pedir a los que hoy gobiernan a esta nación que hechos acontecidos como estos y que forman parte de nuestra historia, deben ser considerados para poder tomar las decisiones correctas. Por ello este breve relato me lleva a concluir que en un arbitraje internacional para resolver el conflicto sobre las aguas del río Masacre, Francia no deber ser parte actuante.