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SIN PAÑOS TIBIOS

El pleito que perdimos

El canal no nos lo despinta nadie. Así como Abinader entendió que en él se encontraba planteado el desafío más alto en materia de soberanía de los últimos diez años, asimismo el “gobierno” haitiano lo asumió como suyo, tanto como póliza de supervivencia frente a las bandas, como ante su pueblo.   

“Las crisis se resuelven agudizándolas”. En esa lógica, si el objetivo último de Abinader era radicalizar el conflicto para romper el quietismo internacional y sacar a la ONU de su indiferencia, la estrategia fue correcta. No obstante, al margen que dudamos que alguien en el gobierno haya planteado de manera previa —y por escrito— la línea secuencial de sucesos ajustada a un cronograma, y que, cual ajedrez, se hayan proyectado acciones y reacciones en función de cada jugada, lo cierto es que, desde el día cero se tuvo que ir dejando entrever en el relato la estrategia de salida, bajo la premisa de que de aquel lado el canal iría —si o si—, por las mismas razones que de este lado no, pero en sentido contrario.  

El problema son los límites del marco mental dentro del cual se gesta la crisis. Desde el golpe contra Aristide (1991) y los sucesos que desembocaron en la invasión de EUA (1994), hasta la sentencia 168-13 del TC, la política exterior dominicana estuvo signada por un laissez faire irresponsable. Nuestros políticos optaron por ignorar que la crisis estructural del Estado haitiano (proceso que se aceleró con el fatídico terremoto de 2010) tarde o temprano representaría el mayor de todos los desafíos a la supervivencia de la nación dominicana, y, lejos de construir consensos interpartidarios en torno a ello, decidieron maximizar los beneficios políticos y económicos a corto plazo que esta situación suponía, favoreciendo la entrada de mano de obra ilegal para sostener a bajo costo —y en perjuicio del trabajador dominicano— nuestro modelo económico.  

Como cada anverso tiene su reverso, en paralelo, a nivel internacional nos fueron construyendo la imagen de país racista y explotador de gente indefensa que huye de su país para no morir en él, que niega derechos fundamentales a los migrantes, la nacionalidad a sus descendientes nacidos aquí, y un largo y peligroso etc.  

Hoy día no sólo no tenemos una unidad de criterios clara y consensuada a lo interno entre todas las fuerzas políticas (ni hablar de que la crisis ha sido politizada en el marco de la campaña electoral), sino que no tenemos una estrategia de promoción y difusión de nuestro relato frente a las instituciones estatales, organismos, academias, medios y redes sociales de los países en donde tenemos representación diplomática.  

El pleito de la percepción, que será el que en última instancia condicionará el de realidad, no se ganará aquí, escribiendo sobre él o tuiteando entre nosotros, sino fuera, en los países donde se construye el relato que nos jugará en contra, en aquellos donde el gobierno haitiano se desenvuelve tan bien...

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