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SIN PAÑOS TIBIOS

La pelota está en otra cancha

Luis Abinader no desaprovechó la oportunidad que la asamblea de la ONU le brindaba e hizo un llamado de atención a la comunidad internacional en torno al deterioro de la situación en Haití, la quiebra de su institucionalidad, la urgente necesidad de romper el letargo colectivo y accionar de manera firme. Definitivamente, el presidente que habló ayer no es el mismo que lo hizo hace dos años; ni en forma ni manejos, ni mucho menos en argumentos y convencimiento.

Su discurso fue una pieza bien estructurada desde el punto de vista del fin último que perseguía, esto es, visibilizar en un escenario mundial un problema de naturaleza binacional, en ocasión de la construcción unilateral del canal en el río Masacre por parte de particulares del vecino país. Su primera parte procuraba crear empatía con sectores, colectivos y países; enarbolar la bandera de causas mayores, nobles y comunes siempre suma; sean ambientales, energéticas, mejoras en el sistema financiero desde un enfoque más equitativo; la lucha contra la corrupción, el sargazo y cualquier cosa que permita, a manera de primer plato, preparar al auditorio para el segundo: la crisis con Haití.

Con la calma y magnificencia de todo profeta que ve cumplida su profecía, Abinader narró a la asamblea los pormenores del conflicto en torno al canal, presentándolos como una consecuencia de la crisis del Estado haitiano y “la ruptura del orden público por parte de elementos criminales…”, algo que él advirtió hace dos años, y que, al constatarse, refuerza su tesis de que la comunidad internacional debe apoyar la solicitud hecha por las autoridades haitianas y enviar una fuerza multinacional. Por partida doble, internacionalizó la necesidad de búsqueda de una respuesta colectiva a un problema de naturaleza local, porque, en su lógica, resolver el conflicto del canal va de la mano con solucionar el problema de fondo: la ingobernabilidad de un Estado colapsado.

Al identificar los supuestos responsables de esta crisis (bandas) y excluir a los reales (dirigentes haitianos), evita adentrarse en temas políticos internos mientras que deja abierta la puerta del diálogo, al señalarlos como agraviados (que no causantes) de esta situación, y, por tanto, futuros interlocutores válidos (beneficiarios finales de sus reclamos).

Con las declaraciones de Biden como telón de fondo - que pidió a la ONU que aprobase una misión de seguridad hacia Haití -, se le hizo más fácil endosarle al presidente de los EEUU su respaldo y sumarse a su pedimento, no sólo porque esas declaraciones eran una validación de su política exterior, sino también, porque en modo alguno convenía que él hiciese esa solicitud.

El escenario se complica pero el canal viene de maravillas: excusa que unifica y deja huérfana de discurso a la oposición, a la vez que obliga a la comunidad internacional a actuar... todo será cuestión de tiempo.