Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

enfoque

Odebrecht, el fantasma corruptor de políticos

El gigante brasileño de la construcción diseñó la mayor plataforma de corrupción a lo largo y ancho de Latinoamérica y dejó al desnudo en lo que se ha convertido la “pinche” clase política.

Edificio del consorcio brasileño Odebrech

Edificio del consorcio brasileño OdebrechtLISTIN DIARIO

En México, la palabra “pinche” tiene varias connotaciones, pero ninguna de ellas se utiliza para calificar a las personas que aportan, trabajan correctamente o luchan por causas justas. Más bien se dirigen a aquellos que hacen cosas oscuras y despreciables, sin aportar nada a la colectividad, mucho menos al país y a su sociedad en general.

La bomba del escándalo por sobornos más grande en América Latina detonó cuando en Brasil la fiscalía hizo una investigación a la que se llamó “Operação lava jato” –Operación lavado–, la cual llevó a descubrir la mecánica utilizada por Odebrecht para ganar contratos de construcción en todo el hemisferio.

Pronto intervino el Departamento de Justicia de Estados Unidos con un caso vinculado a la compañía sudamericana y lo siguiente fue que el gran público continental pudo ver como empezaban a caer países como si fueran piezas de dominó.

Políticos, empresarios y gobernantes de al menos diez países se vieron “salpicados” por los sobornos –coimas le dicen en algunos lugares–. Los testimonios y pruebas principiaron a salir a la luz pública en Brasil, México, Perú, Venezuela, Guatemala, Panamá, Colombia, Ecuador, Argentina y República Dominicana. Mismo método –“la mecánica”– con el mismo fin: los sobornos se traducían en jugosos contratos de construcción de obras públicas para Odebrecht.

Este tema dará seguramente para algunos libros que cuenten en detalle las historias que se han ido conociendo. Curiosamente, la justicia no ha castigado de igual manera a muchos de los implicados y, de hecho, en algunos de estos países, la ceguera de la justicia muestra cómo la corrupción corrompe y alcanza a los diferentes estamentos de la “clase política”, esa que ha dejado de servir para servirse.

Esta semana el caso volvió a cobrar notoriedad por el juicio que se sigue en Perú, y el “destape” ha confirmado que durante las últimas dos décadas todos los presidentes de ese país recibieron sobornos de parte de Odebrecht, principiando desde la campaña electoral, la cual nutrían con millonarias cantidades de dólares.

Los nombres que mencionó el testigo Jorge Barata, exejecutivo de la compañía brasileña, principian con Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) y para la candidata presidencial Keiko Fujimori y la exalcaldesa de Lima Susana Villarán.

Lo destacado de esta noticia, es que ha vuelto a poner sobre la mesa el nivel de corruptela que afecta a la mayoría de la llamada “clase política”, en la que destacan expresidentes que han jurado sobre la Biblia y ante los símbolos patrios que trabajarán por el bien común.

Hay que destacar que en algunos de los países que cayeron bajo “la mecánica” de Odebrecht los casos judiciales no han avanzado, por más que se conocen los nombres de algunos de los implicados. Uno de estos casos es el de Guatemala, en donde la justicia ha dejado de perseguir la corrupción y más bien la fiscalía encubre cualquier caso que involucre a exfuncionarios o funcionarios.

Aunque no se puede establecer con datos comprobables el monto de la corrupción, las consultoras expertas en el tema en la región destacan que se pierden cada año más de 140 mil millones de dólares en corrupción, una cifra para nada despreciable, sobre todo, si vemos que muchos de los países que tienen más problemas por este cáncer que no cesa, tienen también a la pobreza como compañera de su población.

Lo peor de todo es que las sociedades se han vuelto también más tolerantes ante la corrupción. Quizás por esa indiferencia popular, los sobornos en vez de disminuir, se vuelven pan diario para los “pinches” políticos.

*Expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).’