La Palabra nos habla y alimenta
El noveno mes del año, como todos los meses, ofrece una serie de valiosas conmemoraciones tanto civiles como religiosas. Por ejemplo: el día 5 hacemos memoria de santa Teresa de Calcuta, testimonio viviente de caridad y de misericordia; el 24 celebramos a Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de República Dominicana y madre de la misericordia. Por otra parte, socialmente, se tienen otras efemérides, tales como: el 8 se conmemora el Día Internacional de la Alfabetización, una tarea urgente de las sociedades modernas; el 29 se celebra en nuestro país, el día de la aprobación de las leyes que protegen la infancia dominicana. En ese mismo orden, la Iglesia católica dedica, también, todo el mes de septiembre a la Biblia porque el día 30 de dicho mes recordamos a San Jerónimo, doctor de la Iglesia, el hombre que consagró su vida al estudio y a la traducción de la Biblia al latín. En tal sentido afirmó San Juan Pablo: “Los católicos durante el mes de septiembre debemos dedicarlo a impulsar el conocimiento y divulgación de los textos bíblicos con mayor énfasis, ya que quien se llame cristiano tendría que conocer la historia de la salvación y la Palabra de Dios, interpretadas auténtica y fielmente por el Magisterio de la Iglesia”.
Esto es así, por la importancia de la Palabra de Dios, expresado en la Carta a los Hebreos, en el capítulo 4, versículo 12, cuando expresa: la Palabra “es viva y eficaz, más tajante que la espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón”.
Además, la Palabra de Dios es el corazón de la Iglesia: la convoca, la ilumina, le habla, la guía, la une, la envía y la nutre. También, constituye la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana.
Igualmente, la Palabra de Dios es compañera de viaje, carta de ruta y bálsamo sanador también para las familias que están en crisis o en medio del dolor. “Ante las familias, y en medio de ellas, debe volver a resonar el primer anuncio, que es algo bello, grande, atractivo y necesario, para que sean, según el Papa Francisco, “anunciadores creíbles y profetas de la Palabra en el mundo”. Y, se alimenten con la oración de petición, de intercesión, de agradecimiento y de alabanza desde la misma Palabra. Efectivamente, dice el Papa Francisco que “la Palabra, cuando entra en nosotros, transforma nuestro corazón y nuestra mente, nos cambia y orienta nuestra vida hacia el Señor”, pero requiere de cada uno apertura a la perspectiva de ella”. En tal sentido, aseveró el Papa Benedicto XVI: “siento el vivo deseo que florezca una nueva etapa de mayor amor a la Sagrada Escritura por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios, de manera que, mediante su lectura orante y fiel a lo largo del tiempo, se profundice la relación con la persona misma de Jesús”. ¡Permitamos que la Palabra nos hable y nos alimente!