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SIN PAÑOS TIBIOS

Esa reforma que nadie quiere

La caja no cuadra desde hace décadas, todos los políticos lo saben, pero nadie quiere apurar ese trago amargo; por el contrario, lejos de reordenar las finanzas sobre la base de estudios y recomendaciones realizadas, se viene postergando la decisión inevitable y, aunque cada expresidente tuvo sus razones, en el telón de fondo hay una realidad pragmática que lo determina todo: el costo político de una reforma tributaria que pocos están dispuestos a asumir.

Esa reforma es necesaria porque tanto el nivel de gasto del Estado (¡y su tamaño!), como su obligación de satisfacer la prestación de servicios esenciales a la población, no se sostienen con la actual estructura de ingresos y, por tanto, el déficit entre recaudaciones y gastos debe ser cubierto con deuda (nacional o externa). Lo de la ingeniería financiera que se aplique y las bondades de los instrumentos o rejuegos contables a los cuales se recurra es indiferente al resultado final: la caja no cuadra.

En todo país, la estructura tributaria es un reflejo de la configuración del poder y, por ende, una expresión material de la lucha de clases (¡Punto para Marx!). Las exenciones fiscales, por ejemplo, son una muestra de ello. Medidas que tenían como fin incentivar el desarrollo de algunos sectores estratégicos (zonas francas, minería, turismo, servicios financieros, cine, etc.) suponían -en principio- un horizonte finito sujeto al logro de sus propósitos, aunque en la actualidad sean vistas como una fuente de privilegios, algo que, como todo, habría que ver caso por caso. No obstante, a los fines, ¿esa sería la discusión real?, porque todo eso apenas representa RD$23,162 MM de los RD$310,120 MM de exenciones fiscales vigentes, en donde el grueso (ITEBIS, RD$170,520 MM) si demanda una priorización hacia sectores vulnerables.

Con responsabilidad, Luis Abinader dijo ayer que “aquí tiene que haber ajustes y los tiene que hacer cualquiera que gane”, pero también con mucho valor, porque decir a ocho meses de las elecciones que gane quien gane habrá que subir impuestos es jugársela, pero, cuidado, otros antes que él también en su momento lo dijeron… y tampoco cumplieron. La maldición del cortoplacismo supone postergar hacia adelante las decisiones difíciles que garantizan a largo plazo la sostenibilidad y el crecimiento.

Con un eventual congreso más plural y diverso en 2024, las concertaciones y los acuerdos serán necesarios para poder impulsar cualquier ajuste estructural. Grandeza también sería reconocer que una reforma integral, como la que necesita el país, requiere del apoyo de sus principales fuerzas políticas, porque, en definitiva, el desafío colectivo debe ser abordado de manera colectiva para que, sin importar quién gane, podamos financiar un modelo de desarrollo más solidario, justo, equitativo y, sobre todo, sostenible.

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