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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Aldred Delp, S.J., y su peligrosa misión

A inicio de los 1930, el jesuita alemán, Alfred Delp consideraba a Hitler el constructor de una nueva Alemania. Cinco sucesos cambiarían su pensar: Pío XI en su encíclica “Con ardiente preocupación” (1937) denunciaba el totalitarismo nazi. El querido jesuita Rupert Mayer padeció golpes y prisión. Luego vinieron la violenta anexión de Austria, el cierre forzado de los centros educativos jesuitas en Austria y Alemania y la incautación de la revista Stimen der Zeit (1941) por la odiada Gestapo. Para entonces, Delp, ahora párroco en Bogenhausen cerca de Múnich, ya militaba en el antinazismo radical.

Desde sus primeros pasos en la Compañía de Jesús en 1926 con 19 años, Delp destacó como estudiante. En el noviciado, era apreciado por su joven profesor de latín, Karl Rahner. Durante sus estudios de filosofía en Pullach, Múnich leyó autores contemporáneos. Siempre se interesó por la filosofía social.

En 1939, el administrador nazi vetó sus estudios de doctorado en la Universidad de Múnich, pero la Gregoriana reconoció con el título de doctor sus estudios en Pullach. Su obra sobre Martin Heidegger “Tragiche Existenz” (Friburgo, 1935) mostraba la calidad de sus estudios. En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial y todavía con los ejércitos nazis sumando victorias, el padre superior de Delp le pidió que perteneciera al Círculo Kreisau. El nombre provenía de una finca en Silesia perteneciente a Helmut J. von Moltke, nombre emblemático en la historia militar alemana. La organización, opuesta al nacionalsocialismo, reflexionaba cómo construir una nueva Alemania tras el derrumbe del nazismo. En un grupo de socialistas, evangélicos, luteranos, funcionarios y oficiales del ejército, Delp representaba a la Iglesia católica. Aportó los lineamientos de la Doctrina Social Católica, especialmente de la Quadragesimo Anno de Pío XI (1931).

El 20 de julio de 1944, el participante del Círculo Kreisau Conde Klaus von Stauffenberg, oficial condecorado con la Cruz de Hierro, manco y con solo tres dedos, colocó una bomba debajo de la mesa en la que se reunía Hitler con su estado mayor. Iniciaba la operación Walkiria.

El 28 julio, mientras Delp celebraba misa, notó en el fondo de la iglesia a dos agentes de la Gestapo, uno de ellos un antiguo compañero de colegio. Antes de ser arrestado, logró tragarse el mensaje que le avisaba de la cancelación de una reunión por motivos de seguridad.

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