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Los traumas, la escuela y la familia

Definitivamente, detrás de cada infante, en un salón de clase, hay una persona, un mundo de posibilidades, de opciones y de caminos. Pero también, cada niño transporta en su mochila la historia de una familia, de una experiencia que, por lo regular, no siempre es la más halagüeña. Así lo confirma Bessel Van Der Kold en su libro, “el cuerpo lleva la cuenta”: “se verifican experiencias traumáticas que dejan huellas: en su mente y en sus emociones, en su capacidad de disfrutar y de mantener relaciones íntimas, e incluso, en su biología y su sistema inmunológico”. Pero vivimos sin darnos cuenta que los traumas gobiernan la vida y la familia, deteriorando paulatinamente la salud mental.

Monika Dreiner sostiene que “un evento o situación traumática crea un trauma psicológico cuando sobrepasa la habilidad del individuo para abordarla”. Los docentes, indudablemente, se encontrarán con estudiantes con disfunciones causadas por traumas en todas las fases de la educación. Se requiere trabajar con el supuesto de que, en una clase con treinta estudiantes de media, posiblemente, uno o más individuos están afectados por traumas. Regularmente, los estudiantes que presentan un comportamiento molesto o excepcional podrían estar sufriendo un trauma psicológico. Los profesores poseen las habilidades para identificar tales comportamientos desadaptados y referirlos al profesional de la conducta del centro u otro especialista.

Los traumas pueden ser generados por diversos eventos: la enfermedad o muerte en la familia, un accidente, un desastre natural; el divorcio, separación o pérdida de los padres, la guerra, la pérdida del empleo de los progenitores. Así como otros factores que impactan igualmente en la salud mental de un niño: el abandono, el acoso, el abuso sexual y la violencia intrafamiliar.

Los siguientes comportamientos permitirán a los padres y a los docentes identificar posibles traumas en los estudiantes: las agresiones sin motivo aparente, el incremento del estado de alerta; la falta de conciencia de los límites, la promiscuidad, la sexualización prematura, las fantasías, las mentiras, el insomnio, la falta de interés, la regresión a un estadio de desarrollo anterior, la autolesión, los trastornos alimentarios, la falta de confianza y la angustia.

Además, se verifican conductas aún más concretas, por ejemplo: niños con traumas psicológicos que recrean sus historias en la vida diaria, incluyendo la escuela; quien no pudo curar sus lesiones psicológicas volverá a replicar un evento similar al que le provocó el trauma. Presentan comportamientos extraños: tener el bolso cocinando; usar ropa de invierno en otras estaciones del año, sin necesidad; presentan déficit de memoria, se esconden debajo de la chaqueta; identifican peligros donde no los hay.

El apego seguro es el factor de protección más importante del que dispone el ser humano frente al trauma psicológico. Un niño desarrolla apego seguro, solamente cuando cuenta con una persona que responde de manera rápida, apropiada y sensible a sus necesidades. De hecho, la falta de un apego seguro es evaluado como un trauma psicosocial. Hay que proporcionarles ambientes seguros, personas confiables y alegres; aprender idiomas extranjeros y canciones.