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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Rupert Mayer, jesuita condecorado con la cruz de hierro alemana

Al graduarse de bachiller, Mayer le expresó a su padre el deseo de ser jesuita. El padre le pidió que primero siguiera la formación de presbítero. Fue así cómo Rupert Mayer (1876 – 1945), uno de seis hermanos de una familia católica practicante de Stuttgart, Alemania, estudió filosofía, teología y fue ordenado presbítero en 1899. Mayer era deportista, diestro jinete, aficionado al violín, de carácter franco y simpático. Fue ayudante del párroco de Spaichingen con quien mantuvo amistad durante años. Años más tarde, sus feligreses le visitarían en Múnich.

En octubre de 1900, Mayer entró en la Compañía de Jesús en un noviciado situado en Austria, pues desde 1872 en tiempos de Bismarck, los jesuitas estaban expulsados de Alemania.

Mayer ejerció su ministerio en Austria y Holanda hasta 1911. Ante la oleada de bávaros que migraban del campo a la ciudad, el Cardenal Bettinger pidió ayuda a la Compañía de Jesús y Mayer fue enviado a Múnich.

Pronto era un cura conocido: sus sermones eran apreciados y, como si fuera un Padre Esquivel alemán, tuvo la iniciativa pastoral de ofrecer una misa los domingos por la noche en la Estación Central de trenes de Múnich para las familias que ese día paseaban por Baviera.

Organizó una congregación mariana (hoy en día, Comunidad de Vida Cristiana) abierta a hombres de todas las clases sociales.

A sus cientos de miembros, les ofreció formación y dirección espiritual.

En agosto de 1914 inició la Primera Guerra Mundial. Aunque la Compañía de Jesús solo volvería a ser aprobada en Alemania en 1917, Mayer se alistó como capellán.

Ejerció su ministerio en los frentes de Francia, Polonia y Rumanía. Se ganó el respeto de los soldados católicos y protestantes. Compartía su rancho y su vida. Les administraba los sacramentos y les predicaba la Palabra.

Se ocupaba de los heridos en los hospitales de campaña. Varias veces saltó afuera de su trinchera y se aventuró en la tierra de nadie para salvar a un herido ayudándolo a regresar a las líneas alemanas. En diciembre de 1915, Mayer fue el primer capellán condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase por su gallardía en servir al 8º Regimiento de Reserva de Baviera. En 1916, una granada le hirió y perdió la pierna derecha. Repuesto, regresó al frente con muletas.  

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