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¡Vivan los abuelos!

El día 30 de enero del año 2021, el Papa Francisco anunció que en la Iglesia Católica se celebraría la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores el cuarto domingo del mes de julio de cada año. La iniciativa tiene una intención humana y religiosa, ya que corresponde a la festividad en torno a la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María, el 26 de julio de cada año.

Los abuelos tributan sabiduría, fortaleza e inspiración a las nuevas generaciones. Sin embargo, con frecuencia, son muchas veces olvidados por los hijos y por los nietos. El Papa Francisco cree que es importante que los abuelos estén con los nietos y los nietos con los abuelos para que transmitan sus sueños, sus ilusiones y lleguen lejos.

Con el pasar del tiempo se han generado dos ideas ambiguas relativas a la vejez: una, la visualiza como el período de la experiencia; la otra, la juzga como una etapa de pérdidas, equiparándola, incluso, a la enfermedad.

Reto a mirar la Tercera Edad siguiendo los principios de los Órdenes del Amor (pertenencia, jerarquía y compensación entre el dar y recibir) de Bert Hellinger, sabiendo que es parte del ciclo vital y, jerárquicamente, es la última etapa de la existencia de la persona, a no ser que otras circunstancias trunquen el proceso. Cuidando, valorando y aceptando que en cada ciclo de la existencia se practica el equilibrio entre el dar y tomar. Esperarla con los mismos anhelos de la adolescencia, la juventud y la adultez; con la misma ilusión con que se esperan los hijos y los nietos.

Decía el Maestro y Padre de las Constelaciones familiares, Hellinger, que “a veces pensamos que la vida nos pertenece, o que podemos hacer con ella lo que queramos. Probablemente es más cierto lo contrario: nosotros somos los que pertenecemos a la vida que, querámoslo o no, tiene sus reglas, llenando de dicha a quien, humildemente, recoge todo de quienes le precedieron, reconociendo a todos su lugar y se abre a intercambiar y a transmitir lo recibido. La pretensión de otra cosa solo acarrea, como atestiguan diversas tradiciones, la expulsión del Paraíso”.

Favorecer que los abuelos se encuentren con sus nietos y viceversa, significa que aún en la vejez “seguirán dando frutos”. Hoy, “muchas personas pueden reconocer que deben precisamente a sus abuelos, la iniciación a la vida cristiana”. La Iglesia agradece y valora su trabajo, y dedica instituciones a su cuidado. Recompensemos con la cercanía, el afecto, la ternura y la comprensión, entrega y dedicación el regalo de su vida. Un mundo más humano, desarrollado y fraterno se ha de demostrar con la valorización de los adultos. Cualquier intolerancia, indiferencia o desprecio de la vejez, habla de sistemas familiares disfuncionales o enfermos. Avivemos más el sentido de gratitud, de aprecio, de hospitalidad y de acogida hacia ellos; evitando la cultura del “descarte” aplicada a nuestros mayores. Estados, iglesias y grupos sociales han de vigilar más por la preservación de su dignidad. ¡Vivan los abuelos!