VIVENCIAS

Nuevo récord

Cada día, asisto a misa desde hace treinta y seis años, ahora, caminando hacia la parroquia que queda a una distancia prudente, acompañado de mi esposa y de un recogedor de basura plegable de brazo largo mecánico.

Me propuse, hacer un estimado de cuantos objetos como basura tirada a la calle (vasos plásticos, fundas, botellas de vidrio y plásticas, cocos, papeles, ropas, entre muchos otros), era capaz de recoger en treinta días durante la caminata diaria, y la cifra fue alarmante, unos mil quinientos desparramados en solo unas cuantas calles.

Aun cuando concluye la caminata con la Eucaristía, reflexiono, de que la basura es una inmundicia que nadie quiere, sin embargo, no es colocada donde debe estar, se prefiere que sean otros los que se engullan este proceder como una forma de mancharnos y denigrarnos.

En realidad, las calles, avenidas, carreteras, y lugares públicos de nuestro país, se han convertido en estercoleros, donde la mala educación impera, porque nos han querido poner a residir en la pocilga de Epicuro, y que nos revolvamos en nuestro propio excremento, hasta que nos ahoguemos en nuestra propia inmundicia.

Pero lo anterior deja claro, que se trata de la ignorancia, de esa presencia inconstante de una educación que nunca llega, haciendo del “pueblo” una burda utopía, que todos “nombran y nadie ha visto, del que se esperan virtudes convencionales en todas las formas de sus contenidos y en todos los contenidos de sus formas”, sin embargo, se trata de un fangal, que será muy difícil relocalizarlo.

Digamos, que los jardines de basura han ahogado la esperanza de una buena educación. 

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