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Enfoque

La desinformación llega por las redes sociales

La mentira y manipulación global de la información aumenta, mientras que el público elimina la intermediación de la prensa y crece así el peligro del engaño masivo y dirigido.

El mundo de la información tuvo un crecimiento de medios de prensa gigantesco en el siglo XX. La radio y los periódicos aumentaron en número, alcance y coberturas. Allá por los años 30, se presenta ante el público la televisión, que se moderniza y mantiene un impacto creciente, hasta llegar a la presentación del Word Wide Web (WWW) en 1991, cuando se empieza a transformar todo el esquema informático global.

Hasta ese momento se puede decir que todo parecía enmarcado por un sistema de la información bastante correcto –perfecto nunca puede ser–, que daba garantías para que la entonces llamada opinión pública tuviera a su alcance la información necesaria para la toma de decisiones y para saber, con bastante certeza, aquello que le interesaba y afectaba directa o indirectamente.

Los medios de prensa ampliaron sus audiencias al integrar páginas web a sus plataformas de distribución de noticias. Las personas en todo el mundo tenían mayor facilidad para acceder a la información para contrastar noticias y opiniones. Todo el mundo estaba ganando con internet. Luego vino el problema que está alcanzando repercusiones alarmantes: la desinformación.

En pleno siglo XXI hacen su irrupción las redes sociales que han venido a cambiar la forma en que las personas se comunican, informan y trasladan información, sin que haya en este proceso el trabajo de un mediador o seleccionador de las noticias, que es el papel que los medios y la prensa han jugado por siglos.

En el año 2004 nace Facebook, en 2006 Twitter y en 2016 TikTok. Menciono estas tres como referencias destacadas, pues en la actualidad hay más de 100 redes gigantes de este tipo en el mundo y muchísimas más pequeñas. Vivimos bajo una hiper información, inimaginable a principios de siglo.

En este momento todas las redes están inundadas de mensajes que no pasan por ningún filtro de veracidad y llegan a incautas y millonarias audiencias ávidas de información, e incluso, de tener un protagonismo en la línea de información. Por eso, una mentira, engaño o noticia manipulada, pronto se convierten en tendencia y una verdad en las redes sociales.

La magnitud de la desinformación alcanza niveles gigantescos. Ya no se puede tener un intercambio o debate a nivel intelectual, porque se cae en la desacreditación, el insulto –sutil o directo– y, dependiendo de la capacidad de quienes se encargan de promover desinformación, hasta en el desprestigio personal, profesional, social o político.

La magnitud del peligro se ve potencializada por los famosos algorismos que se utilizan en las redes para dirigir los mensajes a las personas según gustos, creencias o forma de pensar, lo que permite alcanzar audiencias específicas, a las que se puede manipular con mayor facilidad, porque encontrarán aquello que quieren oír en noticias y comentarios. Poco importan los hechos y su verificación. Se acepta como válida la ola de desinformación y manipulación.

Los periodistas debemos reconocer que la labor de la prensa no es perfecta, pero al menos en la mayoría de los casos –en especial cuando es prensa independiente–, se trata de medios que están comprometidos con la búsqueda de la verdad y deben cuidar su credibilidad, el activo más importante en esta profesión.

En muchos sentidos, las redes sociales han venido a sustituir a la prensa como medio de información. Lo malo es que dentro de esas redes se mueven mafias que hacen parecer cierta la mentira cuando en realidad promueven el engaño. Son personas individuales, grupos poderosos, ideólogos, políticos o pseudointelectuales, todos con el derecho a expresarse, pero tristemente llamados a ser modernos mentirosos que crean confusión, desinformación y pueden provocar incluso el caos.

El autor es Expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa

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