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reminiscencias

Sentado en la acera del destino

Las Reminiscencias son útiles cuando se requiere una idea que se sobreponga a lo creído o dado por cierto. La admisión de que lo mejor es reexaminar los pasos dados, siempre que se procure validar lo correcto y apropiado.

Agentes de la DNCD durante un operativo antidrogas en la provincia Peravia

Agentes de la DNCD durante un operativo antidrogas en la provincia PeraviaFuente externa

Es la creación de un espacio para reconsiderar si conviene, o no, rectificar. Es mucha la humildad que demanda ese retroceso espiritual para poder dar prueba de la buena fe que acompañara algo que podría no ser erróneo necesariamente, pero sí no conveniente, porque se han podido ver otras nuevas perspectivas y razones que aconsejarían las enmiendas. Es un proceso muy ligado a la creación de un estado de conciencia que permita quedar sin remordimientos, porque se ha obrado bien.

Resulta fascinante poder apreciar esas cosas al meditar en estos tiempos, que paradójicamente tanto se prestan. Ese realineamiento de aciertos y errores, para reorganizarles, es único como dinámica de la conducta; compensa mucho hacerlo como ejercicio permanente; sana y purifica íntimamente, cuando ya se encuentran muy lejos las vertiginosas vicisitudes de esa pradera ardida de la vida, tan sembrada de desencuentros

Se hace vertical y ascendente el gozo de haber intentado siquiera reconsiderar la existencia, olvidando sus tormentas; conscientes los creyentes de que en otras partes rendiremos cuentas. No hay dudas, es la ancianidad la mejor época, que nada de naufragio tiene; sólo hay que emprenderla caminando nuevamente de regreso, idealmente, por supuesto.

Un paso atrás puede no ser un retroceso, si se busca encontrar lo justo y correcto. Debo decir también que no hay júbilo mayor que comprobar que se ha obrado bien. En todo caso, esa confirmación íntima, en conciencia, es lo que más asegura el sosiego del cierre de la vida, pues no hay modo de mover a error la conciencia; a esas alturas, una forma de sentirse absuelto.

Me ha ocurrido con mis Reminiscencias, claro está, todo dicho sin olvidar la inmortal lección del Señor: “El que se crea libre de pecado, que arroje la primera piedra.”

En mis reflexiones de Mayo, he podido internarme hondamente en el laberinto de mis recuerdos y, lejos de hacer rectificaciones, he comprobado que, salvo algunas muy personales en un orden fuera del itinerario público, mis posiciones han resultado más que sostenibles, algunas más allá de las previsiones y advertencias con cierto acento profético, dolorosamente comprobable en el diario vivir de hoy.

La droga, el crimen como impronta, la corrupción público-privada, la justicia socialagraria negada y malograda. En fin, todas mis amadas derrotas, lejos de conmoverme ante la dura realidad, me alientan por sentirme cumplidor de deberes esenciales.

De todos modos, hay que reconocer que es un tiempo de hastío y esto molesta al discernimiento. Estoy triste y contrariado al presenciar tantos sucesos del presente. La causa nacional es la que verdaderamente nos concierne.

Sin embargo, el pueblo, a veces luce tan inerme que me deprime verle sentado en la acera del destino, aguardando lo que el tiempo disponga. No está preparado para lidiar con la siniestra astucia de sus enemigos.

Ahora aparece una maniobra muy peligrosa y detestable. Se hacen encuestas, para supuestamente comprobar quién quiere irse, o quedarse, en la buena tierra que le viera nacer, donde están enterrados sus mayores. Era más que previsible. Se comenzó al sacar sus hijos de los puestos de trabajo, tanto de la construcción, como del campo.

Se agregó una extensa campaña de desinformación y al dominicano se le señala como desinteresado del trabajo, pendiente de la droga y el motoconcho.

Al mismo tiempo, una política ágil de concesión de visado hacia el “sueño americano”, que lubrique su desaparición de su tierra. Unión Europea, tan renuente y resabiosa frente a otras migraciones, le complace la dominicana, no se turba, y procura la eliminación del visado.

Los planes de la Geopolítica tradicional funcionando en procura de vaciar el Este de la Isla y rellenarlo con población aterrorizada por el crimen. Un derrame aplastante, que daría cumplimiento a lo programado por aquella ONU, entonces prestigiosa y prometedora del año ´49 del pasado siglo. Un informe al mundo de que Haití no era viable, ni sostenible; que la emigración de familias y poblaciones era indispensable. Pasaron las décadas y las naciones poderosas fueron recalcitrantes y hoscas para admitir tal proyección. Tuvo que llegar la inteligencia notable de Clinton al poder para hacer claramente el diseño de establecer campamentos de refugiados, de hasta medio millón, bajo cobijo de los desórdenes del tiempo de Aristides, cuyo linaje mafioso se puso de lado y se obró “en nombre de la democracia y de las libertades” en términos inimaginables y desconcertantes.

Luego el caos. El crimen de bandas y pandillas como ariete para forzar el derrame; y ahora aparece el cinismo del fementido desamor del dominicano por su tierra.

Un nobilísimo amigo norteamericano, me llegó a decir en el tiempo de mis luchas antidroga: “Cuiden su frontera, que de aquel lado no hay con quien hablar. Necesitarían resucitar el valor del año ´65. Yo vine en la ocupación como oficial menor y vi de cerca la hidalguía de este pueblo. Tiene sus enemigos, desde luego.” Era un simple teniente, que terminaría siendo condecorado como gran héroe de una guerra en otro escenario tremendo: Vietnam.

Así que, aunque parezca estar sentado en la acera del destino, no es un mendigo. Es mucho lo que se puede esperar del pueblo nuestro, una vez tome conciencia.