La muerte no es el fin
En cualquier situación por dolorosa que parezca, se trata de llevar la alegría a los demás, porque la santidad consiste en estar siempre alegres y el cristiano debe ser fundamentalmente una persona alegre, pero no es una alegría cualquiera, es la alegría de Cristo que trae la justicia y la paz y sólo Él puede darla y conservarla, ya que un alma triste está a merced de muchas tentaciones.
Carlos G. Vallés narra en Estad Siempre Alegres la historia de los tres místicos chinos que le llamaban “Los tres santos de la risa” porque eso era lo único que hacían: reírse. Eran un encanto porque su risa era contagiosa, si le pedían que predicaran o enseñaran contestaban que no tenían nada que decir que lo de ellos era reír y que no hacían nada más, y solo con esto cambiaban todo, y así andaban por toda China.
Finalmente, en un pueblo sucedió lo que alguna vez tenía que suceder, se murió uno de los tres, y entonces la gente del pueblo se reunió y dijeron: “Ahora si tienen un problema, ya veremos si se ríen ahora, porque su amigo ha muerto y los dos tendrán que llorarlo, en cambio los encontraron riendo y bailando, diciendo que era la mejor forma de despedirlo, siendo criticados acremente por esto.
La risa es eterna porque la vida es eterna, y la celebración continúa, a esto nos referiremos con los tres santos de la risa en una próxima entrega.