David Ortiz
No conozco a David Ortiz. Nunca he estado cerca de él ni de nadie que trabaje con él. Nunca le he visto de cerca. No obstante, de su carrera fui un seguidor y un admirador. Aplaudí su carrera y celebré su estelaridad. También he elogiado los aportes que realiza a favor de la niñez desde su fundación.
Por ser dominicano y por lo que ha sido como atleta, admiro al Big Papi, un inmortal del béisbol de MLB.
Sus hazañas como pelotero nos llenan de orgullo.
Cuando sufrió aquel atentado que casi le quita la vida, al igual que una gran cantidad de dominicanos, me entristecí y oré por su recuperación.
A distancia, percibo que David Ortiz es una persona auténtica. Un deportista que a pesar de ser una celebridad, tiene los pies sobre la tierra y se muestra tal como es en sus apariciones en redes sociales y en programas donde le entrevistan. No simula ni asume poses. Se muestra sin pruritos y exhibe su pensamiento y su forma de ser en cualquier escenario. Es una persona que goza lo que ha cosechado con su exitosa carrera y lo hace a su manera. Disfruta y va por la vida a su estilo, a su forma, sin posiciones postizas.
El es el resultado de su formación, de su origen, y habla como tal y actúa de igual forma.
Su conducta no ofende a nadie ni lesiona principios morales de la sociedad. Las veces que lo he visto orientando a jóvenes lo hace con mucha ecuanimidad y partiendo de orientaciones sanas.A mucha gente le molesta que él sea auténtico como es y que viva como vive. Esa gente quiere que su conducta sea como ellos quieren que sea. Critican si hace y critican si no hace.
Le denigran cuando asume conducta sencilla, pero le critican cuando se exhibe en lugares de prestigio y fama.
Esa propensión nuestra a pretender que los famosos se conduzcan como queremos nosotros y no como ellos se sientan a gusto, es muy común entre nosotros. Vivimos atentos a lo que hacen los demás con su fama, su dinero y su vida, y no aceptamos que no sean como queremos que ellos sean.