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Presos de la ostentación

Hemos visto con dolor hasta dónde la vanidad de los que se proclaman líderes es capaz de llenar de infortunio a los necesitados de oportunidades, para simplemente optar por una vida digna.

Cuantificar el daño despojando a un pueblo de su calidad de vida para engrosar fortunas mal habidas, es un precio que no puede ser costeado a los que se les roba las ilusiones de sus familias, negándoles lo que en un sistema de justicia debe llegarles por derecho: educación, salud y una vivienda digna. La ostentación de los que se sirven del erario no necesita de pruebas físicas, sino de los resultados que han provocado para cubrir sus necesidades que la ley castiga, como garante de los que luchan honradamente por un mejor porvenir. De ahí, el crecimiento del déficit fiscal ha recaído sobre los hombros de los menos favorecidos. La ostentación es poderosa en el corazón de estos hombres donde la intemperancia los mece a su placer. La vanidad es ciega y se nutre con la injusticia. El ostentoso se deleita en hablar de sí mismo, pero no ve que los demás no quieren escucharlo. El proceso que vive la sociedad dominicana es hacia el reencuentro con los valores que debemos fomentar con el empoderamiento de todas las fuerzas vivas, sin banderías políticas. Fortalezcamos el poder judicial para que actúe al margen de intereses grupales, empresariales y políticos, para así lograr el fin de la impunidad.

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