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Arroceros, DR-Cafta y seguridad alimentaria

Entre los temas vinculantes al desarrollo estratégico y al fortalecimiento de la soberanía y seguridad alimentarias, resalta el relativo al arroz y, por consiguiente, a la producción arrocera nacional. Ha devenido ámbito conversacional relevante, por lo negativo como se vislumbra sería afectado por la liberación masiva de exportaciones de productos agrícolas procedentes de Estados Unidos al amparo del Acuerdo de Libre Comercio celebrado entre esa nación y las economías de Centroamérica y la República Dominicana, conocido como DR-CAFTA, actualmente vigente.

El plazo fatal para el arroz y otros rubros agrícolas puede ser el año 2025, ante lo cual los sectores oficial y arrocero nacionales actúan por las vías diplomáticas que corresponde y desencadenan el necesario lobismo político en los Estados Unidos, con el interés de liberar a este rubro del inminente golpazo que, como espada de Damocles, se advierte le sobrevendrá.

El presidente Abinader dictó instrucciones proteccionistas explícitas al respecto, con interés de que el sector y la seguridad alimentaria nacionales no resulten afectados.

Sin embargo, que tal espada penda sobre el cuello del sector arrocero dominicano obliga a un análisis menos autocomplaciente sobre su estado situacional, con miras a reconocer sus falencias y poder construirlo en ámbito competitivo, ya que debemos observar que el DR-Cafta coloca lo “Made in Dominican Repúblic” y exportable a la geografía cubierta por las cláusulas de ese acuerdo ante una fiera competencia, desencadenable desde USA y Centroamérica.

La situación del sector arrocero dominicano nunca ha sido halagüeña, aunque sí conformista, parasitado en su mercado cautivo, según inferimos de las estadísticas servidas por el Ministerio de Agricultura.

Entre enero-diciembre del año 2022 —por ejemplo—, el país tenía 2.21 millones de tareas sembradas de arroz, con un promedio mensual de siembra de 220.64 tareas (Ts), porque los meses de noviembre y diciembre no acreditan este cálculo. Sin embargo, el cultivo logrado (en Ts), fue 2.675 millones y la producción en quintales (Qq), 13.42 millones, para una productividad por Ts equivalente a 6.08 Qq.

Este rendimiento fue significativamente superior (+22.04%) que el obtenido en el 2021, de 4.74 Qq/Tas, mejorando +13.91% respecto a la productividad arrocera nacional del año 2000 (0.68 ppc/año) y de +22.42% respecto al 2004. Entonces el rendimiento (Qq/Ts) fue 3.88. Fue desde el 2005 cuando este indicador superó 4.2, alcanzando su mayor nivel (4.7) en el 2016. Desde entonces, empezó a descender hasta 4.6 en el 2020, para adquirir un ligero repunte hasta 4.74 (2021), creciendo +0.14.

Es la cruda realidad. Una productividad arrocera dominicana insuficiente y de alto riesgo para la seguridad alimentaria porque en Colombia, por ejemplo, ese indicador es de 7.2-7.3 toneladas por hectáreas. Comparada con la realidad nacional y su léxico medicional sería: producimos 608.82 mil toneladas de arroz en el 2022 en 168.23 hectáreas. La productividad arrocera dominicana es de 4 toneladas/Ts, casi la mitad (55.56%) de la reportada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas de la República de Colombia (DANE).

Tales números refieren altos niveles de riesgo para el sector. Actuar exclusivamente en el mercado interno no basta.

Hay que revestir de eficiencia y orgullo el país, incluyendo la producción arrocera nacional.

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