Memorable homilía del arzobispo Meriño
El tedeum en la Catedral los 27 de febrero, ha sido una tradición que viene desde el siglo pasado. En 1848 se hizo la primera acción de gracia, con quien días antes había sido designado por Pío IX como Arzobispo de Santo Domingo: Tomás Portes e Infante.
Su discípulo Fernando Arturo de Meriño fue ordenado sacerdote en 1856 con 23 años. El 25 de febrero de 1859 era designado Vicario Apostólico de la Catedral de Santo Domingo y en marzo de 1861, concomitante con la Anexión a España, el Papa Pío IX lo nombra Administrador Apostólico de la Diócesis de Santo Domingo.
A menos de un mes de que se efectuara la Anexión a España, en el tedeum del 27 de febrero de 1861, increpó desde el púlpito de la Catedral al presidente Pedro Santana.
En una inescrutable homilía, el elocuente sacerdote acusaba a Santana de ser ególatra, egoísta y el causante de los males que aquejaban al país.
Aquí algunos extractos:
“Entre las malas pasiones, hay una, de forma horrible y de consecuencias funestas; una pasión que cuando se desarrolla en el corazón es tan grande el estrago que causa en el hombre, que comenzando por degenerarle y envilecerle, acaba por constituirle enemigo de sí mismo, enemigo de la sociedad y enemigo del género humano.
Pasión de incentivos poderosos, porque es disimulada, hipócrita y lisonjera, y se insinúa con mucha suavidad enervando por grados la razón; pasión llena de artificios para fascinar al incauto a quien tiende sus redes, y que casi siempre pasa encubierta con el velo de la caridad con más acierto darle por el pie a todas las virtudes; esa pasión, señores, es el egoísmo.
Consiste en un sentimiento de amor exclusivo que el hombre se tiene a sí mismo, viendo en sí solo el objeto de todo bien, el principio y término de sus acciones y no reconociendo fuera de él ni otros derechos ni otras obligaciones”.
Con una prosa exquisita iba definiendo a ese hombre que ostentaba el poder, a quien tenía frente a él, de una forma contundente, el cual se iba enfureciendo a cada palabra, mientras continuaba:
“El egoísta es un monstruo que viola sin respeto hasta los mismos sentimientos que la naturaleza inscribió en el corazón de la humanidad y huella todos los santos deberes que la sociedad y la moral imponen. No es ni buen padre de familia, ni buen hijo, ni buen hermano y traiciona la amistad con descaro y ve perder a su Patria con impasibilidad estoica.
Extraño a todo sentimiento noble, no es capaz de experimentar nunca el amor que debe a su Patria y mucho menos sacrificarse por ella”.
Fue un sermón que tuvo como consecuencia el destierro de Meriño, a partir de abril de 1862.
Restaurada la República, regresó en 1865 y fue elegido presidente de la Asamblea Constituyente.Más tarde, fue elegido Presidente de la República en 1880.
Esta famosa homilía del Arzobispo Meriño debe difundirse y darse a conocer in extenso por su profundidad y valentía.