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En París, ¡Mario y la cultura están de galas!

“ La vocación literaria nace del desacuerdo de un hombre con el mundo, de la intuición de deficiencias, vacíos y escorias a su alrededor. La literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite las camisas de fuerza.” (Mario Vargas Llosa)

Hay que valorar el salto gigantesco en los procesos acumulativos de la cultura universal. El duro oficio gratifica la cabriola de la página en blanco vencida, pero no estatuye la procaz ensenada de los bártulos del itinerario formal de la ignorancia, de esa vaciedad desmedida de los fantoches que ornamentan afectaciones , que esgrimen jabalinas impúdicas, corridas porfiadas de la envidia golosa, que aprovecha cualquier desliz para ensañarse, oscurecer tras bambalinas el refugio de una llama, el talento y creatividad de un genio o de un intelectual de garras propias del que se puede disentir por opiniones políticas, pero no se puede pretender negar su articulación y dominio del lenguaje, esa categoría plural de príncipe de las letras universales, narrativa simultanea del marco histórico y la creatividad generosa, la historia contada sin atenuantes bajo un reflector de academias, universidades, y cuantas inventivas han creado el universo en sucesivas oleadas de sueños y puntos cardinales.

La Academia de la Lengua francesa acaba de recibirlo como miembro en una ceremonia augusta, donde la cultura identifica los aportes de este ciudadano del mundo a las letras universales. Por vez primera, se abren los portones de esta institución venerable para acoger a un escritor no francés, cuya obra de sapiencia e ilustración remite a una profusa creatividad, a una intensa producción literaria, a un ejercicio lúcido de periodismo cultural, en diversos puntos neurálgicos de confrontaciones sociales étnicas y políticas. Se colige su rebeldía, su combate diario por la palabra libre, ejercida en criterios y formulaciones de amplio espectro. No se tiene que coincidir en los juicios, se puede mantener el fervor en la opacidad de los intereses marcados, pero se procura acceder a las distintas modalidades en que su obra narrativa fluye libérrima, como una luz desatada, hurgando en el hombre, sin etiquetas, sin disfraces, sin insignias.

El ingreso de Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, a la Academia Francesa de la Lengua, es un acontecimiento sideral, legitimidad perenne de sus obras, oficio del narrador omnisciente en los cielos terrestres de Gustave Flaubert, Paul Verlaine, Marcel Proust, Víctor Hugo, Emile Zola, Guy de Maupassant, Julio Verne, Jean Paul Sartre, Albert Camus. Simone de Beauvoir, Marguerite Yourcenar, Françoise Sagan, Colette, Marguerite Duras, Annie Ernaux, entre otros.

Entre sus obras fundamentales están las novelas, “La Casa verde”, “Conversación en la Catedral”, “La Ciudad y los perros”, “La Guerra del fin de Mundo”, “La Fiesta del Chivo”, “Lituma en los Andes”. Ha escrito ensayos formidables, entre ellos, “García Márquez, historia de un Deicidio”, “La Orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary”, “Entre Sartre y Camus”, “La verdad de la Mentiras”, “La Civilización del Espectáculo”. Los hombres todos somos inventos de una naturaleza porfiada, que reproduce gotas infinitesimales de vida, gorriones diminutos que se truecan para vivir. Vargas Llosa refrenda el valor feroz de la palabra en la dicotomía de la belleza y la pavura. Su obra es insurgente, retadora. Su ingreso a la Academia Francesa de la Lengua, trasciende y consagra un reconocimiento que nos honra. ¡Felicidades Maestro!

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