Escándalos de cultura deshonesta

¿De qué vale la escuela sin cultura de honestidad? Diariamente la sociedad se hace víctima de escándalos de deshonestidad que parecen no acabar, asumiendo un accionar social carente de normas morales al servicio del fraude. La honradez es una reliquia del pasado y pareciera que quienes se empeñan en demostrarla están condenados al fracaso. Este accionar se convierte en costumbre cuando las transacciones se hacen acompañar de regalos, y dependiendo de ese valor y las circunstancias que estos originan, vulneran la línea entre lo honesto y lo doloso.

Vemos un modelo donde los funcionarios se niegan a hacer su trabajo sin apoyarse en el soborno, sin reparos en dispensar un trato preferencial a cambio de dinero. Caemos en la práctica de una cultura deshonesta donde el Estado se hace incapaz de imponer el orden público y los que están sumidos en la pobreza extrema reciben el mayor castigo; cuando el padre de familia se niega a robar, se le ve como un incompetente inadaptable.

La falta de honradez se considera algo normal, necesario y aceptable, ya que los resultados de la complicidad se pagan muy bien. El fraude se convierte en la capacidad de conciliar la conducta delictiva, provocando que los actos fraudulentos se hagan costumbre y quedemos atrapados en la cultura deshonesta que lacera nuestra sociedad, motivando los empréstitos, evasiones y leyes especiales que erosionan el fisco.

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