Tiro de gracia
Los reyes del humor
Además de risa y diversión, las nuevas generaciones deben perfilar su educación a través de la cultura con humoristas cercanos a la posmodernidad y no a esquemas del siglo XX ya superados por quienes les antecedieron. El humor dominicano de hoy no puede ser igual al que ayer
Raymond Pozo y Miguel Céspedes son los reyes del humor. Los dominicanos aceptaron el calificativo impuesto a ambos por Freddy Beras Goico, y se han encargado en demostrar que tienen talento para entretener. No han puesto un pie en Universidades ni en Academias de actuación. Tampoco lo hicieron Mario Moreno (Cantinflas), ni Germán Valdés (Tin Tan), ni Leopoldo Fernández (Trespatines), ni Aníbal de Mar (el Juez de la Tremenda Corte), entre otros latinoamericanos. Todos son actores populares que sobreviven y sobrevivieron con lo único que pueden: Despertar la risa en el ámbito popular.
Raymond y Miguel, después de triunfar en la televisión saltaron al cine y allí ganaron audiencias. Son humoristas naturales. La televisión los masificó.
Esto me hace recordar mi entrevista con Enrique Arredondo, el famoso humorista cubano. En aquella ocasión, le pregunté las razones por las que no había dado el salto al cine al igual que otras grandes figuras antillanas. Con la honestidad y el desenfado de un artista popular, Arredondo me respondió que en la televisión y la radio no tenía que leer libretos porque los escritores dejaban sus bocadillos en blanco para que él mismo improvisara lo que iba a decir, pero en el cine tenía que restringirse a lo escrito en un guion (con gestos incluidos) y que él no estaba preparado para eso.
Leopoldo Fernández fue el mejor comediante de radio en la historia latinoamericana. Cuando saltó a la televisión, su físico no le acompañó, como tampoco su nivel de improvisación delante de una cámara. Solo proyectó su imagen popular y los bocadillos de los guionistas.
Mario Moreno (Cantinflas) reinó en el cine de humor, no solo por su picardía y forma de vestir, sino por su dicción, gestualidades y ocurrencias. Cuando saltó a la televisión, en busca de más pesos, tampoco brilló. En este caso, su libertad creativa aniquiló la manera tan graciosa de pronunciar los parlamentos, crear situaciones propias, imponer su jerga.
Freddy Beras Goico, el más polifacético humorista dominicano, cuando fue al cine, no brilló como en la pantalla chica. Sus iniciativas en Punto final, deberán ser antologadas entre los mejores espacios del humor popular dentro de su contexto. Dominicano de pies a cabeza, nadie como él pudo reproducir el choteo y crear personajes divertidos.
Valen estos ejemplos para Raymond y Miguel porque sus actuaciones en el cine deben ajustarse. Pecan de “simpáticas”, de la aclamación popularista que inspiran sus nombres, de chistes ya superados. Además de risa y diversión, las nuevas generaciones deben perfilar su educación a través de la cultura con humoristas cercanos a la posmodernidad y no a esquemas del siglo XX ya superado por quienes les antecedieron. El humor de hoy no puede ser igual al que ayer.
En una entrevista publicada en “El País”, Maury McIntyre, presidente y CEO de la Academia de la Televisión de los Estados Unidos, afirmó que la pantalla chica hoy es prácticamente el centro de los medios en el mundo, y aseguró que es posible haber visto más series nominadas a mejor drama que filmes candidatos al Oscar a la Mejor Película. Tal vez tenga razón. La Alfombra Roja no convierte a nadie en semidiós, aunque por ella crucen más figuras de televisión que de cine. Cada cosa en su lugar. El cine en Santo Domingo genera mucho más ingresos. El arte cuando es comprado con papeletas solo genera artificio.
Ojalá que Raymond y Miguel no piensen que con sus estrellas en Down Town Center ya son el centro del mundo. Ni que por surgir en hogares humildes son ejemplos a seguir. Todos queremos que, en el cine, sean también “los reyes del humor”.