Reconocimientos

Se ha hecho costumbre a través del tiempo que las personas que se destacan en alguna actividad, especialmente de carácter público, como son los atletas, artistas, políticos, grandes empresarios, escritores y otros, reciban algún grado de reconocimiento que normalmente se manifiesta en un diploma, pergamino, una placa o un trofeo físico en alegoría a su actividad.

En este orden de cosas recuerdo la primera vez que entré a la oficina de Freddy Beras Goico en la avenida Bolívar; cada centímetro de las paredes de su oficina y del pasillo que conducía a ella estaba ocupado por algunos de estos símbolos de reconocimiento.

En mi caso, obviamente en un plano mucho menor, comencé a recibir diferentes expresiones de reconocimiento que fui acumulando sin intención de desplegarlos visualmente en mi oficina privada ante el público.

Esto fue así hasta que Francia me dijo que no había ninguna razón por la que estos no fueran exhibidos normalmente ya que los que los prohijaron me los habían entregados de buena fe entendiendo que yo los merecía.

De manera, que mi oficina muestra una buena variedad de estos reconocimientos.

Los valoro a todos y por ello agradezco a los que me los entregaron, sin embargo, hay dos de ellos que merecen mi particular valoración y aprecio.

El primero de ellos: La orden de Duarte, Sánchez y Mella, máximo galardón que recibe un ciudadano de parte del Estado Dominicano.

Me lo entregaron como uno de los pioneros de la radio difusión en el país. El segundo, es el Jack Stark Memorial Award, que me fuera entregado por la Asociación Norteamericana de Agentes de Viajes de la ciudad de Nueva York, en el 1981.

Es una sola estatuilla por la que compiten todos los miembros del sector turístico tanto a nivel nacional como internacional.

Me lo entregaron bajo la premisa de que la oficina de turismo de Republica Dominicana en Nueva York había sido la institución, empresa o persona que ese año había tenido la relación más productiva con su organización.

Recientemente, recibí con gran satisfacción la primera entrega del Premio Ramón de Luna, en reconocimiento a la comunicación de altos valores.

Más recientemente, con gran aprecio, he recibido el reconocimiento, Maíta, de María Cristina Camilo, como parte de un grupo seleccionado por ella misma para destacar los valores de esos locutores.

Doy gracias.

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