Invertir en lo social

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Margarita CedeñoSanto Domingo

El retorno de los países de América Latina a un pobre desempeño en términos de crecimiento económico podría traer consigo que profundicemos las trampas de la pobreza que enfrenta la región. No basta con retornar a los niveles del Producto Interno Bruto y crecimiento económico previos a la pandemia, hay que enfrentar las desigualdades que perpetúan la pobreza en América Latina.

Hay suficientes evidencias que demuestran que América Latina tiende a presentar recesiones más profundas y duraderas que el resto del mundo. Si la economía mundial experimenta una contracción, como se está viendo en la actualidad, lo más probable es que América Latina se tarde en recuperar los niveles adecuados que permitan retomar las inversiones necesarias para mejorar las condiciones sociales.

No es un secreto que la política económica de disminución o contención de la inflación implementada por el Gobierno de Estados Unidos tendrá repercusiones en toda América Latina. En consecuencia, nuestros Gobiernos deben preparar a las instituciones para suplir las carencias sociales, haciendo inversiones que fortalezcan el capital humano y aseguren la resiliencia de nuestra economía y de la ciudadanía.

En el caso de los ciudadanos, esta tarea inicia con el fortalecimiento de los sistemas de protección, asistencia y seguridad social, como vía para la luchar contra la pobreza en sus múltiples dimensiones. Para los que están en la franja de la vulnerabilidad, la respuesta debe provenir desde la protección social, como política pública que invierte en los ciudadanos para romper el círculo intergeneracional de la pobreza.

Para las situaciones de emergencia, como el desastre que ocasiona un huracán o un terremoto, la respuesta debe provenir de la asistencia social, como atención a corto plazo para aliviar los efectos inmediatos de un suceso. Para disponer de una red de protección para los que participan del mercado de trabajo formal, se apela a la seguridad social como un sistema que cubrirá las eventualidades generadas por el ciclo de vida o por situaciones imprevistas.

La comprensión del funcionamiento de estos tres pilares de la inversión social permite identificar con mayor claridad hacia donde debe llevarse el presupuesto destinado a esta función, para garantizar el futuro de la ciudadanía. No basta con acciones aisladas o puntuales, se requieren políticas públicas pensadas para el corto, el mediano y el largo plazo, con una coordinación interinstitucional adecuada que garantice la eficiencia de la inversión.

En el contexto económico adverso que vive el mundo, la inversión social permite a la ciudadanía estar mejor preparada. Desde lo social podemos impulsar transformaciones estructurales que se traduzcan en un crecimiento inclusivo, rompiendo la trampa de la alta desigualdad y protegiendo a todas las personas, independientemente de su condición laboral, sólo así el “crecimiento” se convierte en desarrollo.

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