OTEANDO

Yo estuve ahí

Una atmósfera expectante domina la sala. El murmullo que precede lo distinto viene y se aleja de mis oídos. La tenue luz aumenta gradualmente su intensidad y aparece él, radiante, mostrando la inocente sonrisa que lo ha hecho acreedor de la más genuina admiración de jóvenes y adultos. Lo sabe. Y, para mostrarnos que así es, nos da las gracias, a los presentes -y a nuestros antecesores-, por haberle acogido por más de medio siglo. Juega con el idioma y su buen humor le induce a asegurarnos que seremos testigos de cierta suerte de acontecimiento del que podríamos hasta presumir en el futuro, diciendo: “Yo estuve ahí”.

Intenta despojarnos de la melancolía que producen las despedidas y dice que la suya es, más bien, un hasta siempre. Y no se equivoca, su obra lo hace eternamente omnipresente. Él se ha atrevido -durante más de medio siglo- a hacer de su poesía y su canto un instrumento de denuncia y advertencia contra la ambición característica de unos tipos con los que dice tener “algo personal”.

Se muestra como ave libre, se desplaza con la certeza de quien nunca nos falló, y más, de quien nunca nos dañó. Apostó a su sentido de lo humano y ha entrado al otoño de la existencia seguro de que su invierno le espera con la mejor cobija, esa que provee la conciencia a los que han obrado correctamente.

Él es Joan Manuel Serrat, “el niño de Pueblo Seco”, como le dicen en su natal Barcelona. Su arte tiene la influencia de los poetas Antonio Machado, Miguel Hernández, Mario Benedetti, Pablo Neruda, Federico García Lorca y León Felipe. Con sus canciones, su poesía, la noche del jueves pasado enterneció mi corazón y estimuló mis glándulas lagrimales al compelerme a meditar sobre la finitud - la suya, la mía y la de todos-, en su aliento de azar y su voz inaudible, al menos para sus víctimas. Es ciudadano del mundo y, como su “tío Alberto” ha sido “rey del país del sueño y la quimera”.

Empecé a escucharlo cuando se decidió a cantar en español -al principio lo hizo en catalán-, su canto me cautivó con: “Tu nombre me sabe a hierba”, “Los debutantes” y “Cantares”, entre otros. Nunca fui a ver artista alguno. Pero, al saber que sería su última presentación aquí, no quise perderme el honroso privilegio de poder decir ¡yo estuve ahí!

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