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OTEANDO

El dolor cosificado

Del ilustre maestro Iván Gatón recibí el obsequio de un ejemplar del ensayo titulado “La sociedad paliativa”, obra de la autoría de mi admirado filósofo Byung Chul-Han. No tengo las competencias para hacer crítica filosófica, apenas si me puedo atrever a compartir la hermosa experiencia que para mí ha significado la lectura del ensayo en cuestión.

La obra comienza con un exergo de un texto de Walter Benjamin que dice: “De entre todas las sensaciones corporales, el dolor es la única que representa para el hombre una especie de corriente navegable cuyo caudal nunca se seca y que lo lleva hasta el mar. Siempre que el hombre trata de abandonarse al placer, este resulta ser un callejón sin salida”.

Parecerían contradictorias, estas apreciaciones de Benjamin. Pero, sobre todo, resulta inextricable –al principio de la lectura del libro– conforme a qué pretensión el autor recurre a ellas. Cuando nos adentramos en la obra, vamos advirtiendo que esa pretensión no es otra que la de sacar el dolor de su connotación primaria, aquella que lo establece como padecimiento corporal, al tiempo que lo extrapola a la sociedad, contraponiendo su papel en las sociedades premoderna y disciplinaria, para destacar los beneficios de la primera etapa respecto de la segunda.

El autor plantea que la sociedad premoderna de los mártires se unificaba a partir del dolor; mientras que en la sociedad disciplinaria se padece una algofobia que alcanza el desempeño de nuestros políticos. Que, una sociedad que teme al dolor, se refugia en el analgésico político. Asevera que se está asentando una posdemocracia, una democracia paleativa, que recurre a la anestesia, todo lo cual impide hacer cambios revolucionarios, porque la algofobia aumenta la presión para acatar acuerdos y para establecer consensos.

Para Byung Chul-Han el tratamiento exclusivamente medicinal y farmacológico del dolor destruye “el programa cultural de la superación del dolor” y, recurriendo a Paul Valéry y su personaje Monsieur Teste, que experimenta el dolor como un sinsentido, un hombre que enmudece ante el dolor, que lo deja sin lenguaje, destaca la cosificación del dolor, traducido en tormento puramente corporal, al tiempo de aseverar que, con ello, “el hombre pierde un refugio narrativo, y por tanto también la posibilidad de un dolor albergado simbólicamente”.

Con todo, si se deciden a leerlo, encontrarán una suerte de deconstrucción del dolor social que destaca todas las ventajas que este representa con relación a una sociedad anestesiada.

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