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Una carta para reflexionar

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Juan SalazarSanto Domingo, RD.

En la década de los 70 del siglo pasado los cantantes españoles Raphael y Julio Iglesias popularizaron una canción compuesta por Manuel Alejandro y Ana Magdalena titulada “A veces llegan cartas”.

Un estribillo del tema musical dice “A veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas. A veces llegan cartas con olor a espinas, que no son románticas”.

Pero también otro verso expresa “A veces llegan cartas con sabor a gloria, llenas de esperanza. A veces llegan cartas con olor a rosas, que si son fantásticas”.

La composición plantea en su contenido como una misiva puede tener múltiples usos, en este caso para dar una buena noticia o por el contrario una desagradable. Del amor que en la distancia olvida o crece.

Lamentablemente con el auge de las tecnologías de la comunicación la carta cada día se usa menos. Para cualquier información, sin importar el contenido, apelamos al correo electrónico o la mensajería instantánea que nos proporcionan las diversas redes sociales, incluso con sus variados emojis.

Pero la carta no ha perdido esa capacidad inigualable de inspirar y llamar a la reflexión en los momentos claves de la existencia humana.

La reciente carta pastoral emitida por los obispos del país con motivo de la celebración del Día de la Altagracia es el vivo ejemplo de una epístola que invita, primero a la reflexión, y luego plantea la necesidad de corregir males acentuados en esta era pos-COVID-19.

Es una reflexión pastoral que todo dominicano debería leer con detenimiento para determinar si toca aspectos puntuales de su relación con los demás.

Además del COVID-19, la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) llama en su epístola a contrarrestar otras cuatro pandemias que también abaten a la humanidad: la mentira, la violencia, el amor al dinero y el hedonismo.

La pandemia del nuevo coronavirus tan sólo nos toca tangencialmente, plantea con razón la CED, tras advertir que “el verdadero drama de nuestro siglo es el vacío de Dios en el alma de tantos pueblos y la verdadera pandemia que nos aqueja es la anemia espiritual.

Es esa anemia espiritual que convierte la mentira en la norma y relega la verdad, a la violencia en el recurso predilecto para zanjar diferencias, el afán por el dinero en la meta y la búsqueda constante del placer en el edén moderno.

En esta oportunidad la carta pastoral de los líderes católicos no se orientó a los temas políticos que regularmente esperan los medios de comunicación.

Sin embargo, la emitida con ocasión de la conmemoración religiosa del pasado 21 de enero deja una advertencia clara y precisa a quienes gobiernan el país, a los que aspiran en un futuro acceder al poder y a aquellos que han colocado el amor al dinero como su dios: “No piensen que el mundo está a merced de los fuertes y poderosos, o bajo la arrogancia y violencia de los gobernantes terrenales”.

En medio de esta pandemia sin parangón y de cambios irreversibles, se puede vivir todo el tiempo al amparo de la mentira, la violencia, el amor al dinero y la búsqueda incesante del placer. O corregir el rumbo.

Porque a veces llegan cartas …

Y cualquier día se puede recibir una con sabor a gloria y olor a rosas, o por el contrario con olor a espinas y sabor a lágrimas.

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