MIRANDO POR EL RETROVISOR

Los operativos necesitan un reenfoque

Durante toda la semana, como parte de mis jornadas matinales de ejercicios en uno de los parques de la capital, observé como un empleado recoge cada día los desperdicios tirados por personas que acuden a recrearse al área verde.

En una funda negra, coloca vasos, platos, cucharas, tenedores y botellas de plástico, dejados por los visitantes sobre la grama, los bancos y otros lugares de ese pulmón capitalino.

La semana pasada, también 150 peloteros de Grandes Ligas se unieron a una campaña de recogida de basura en la playa Montesinos, con la meta de recoger cerca de 500 libras de desechos sólidos.

El exjardinero de béisbol profesional estadounidense, Chris Dickerson, en representación de “Players for the Planet”, recordó que la ola de plásticos del año 2018 fue una clarinada para sumarse a la “bonita causa” de preservar el medio ambiente en el país.

Aunque reconozco la plausible tarea del empleado que cada día libera de plásticos el parque y el gesto de los peloteros que hicieron lo propio en la playa Montesinos, de manera particular siempre he estado en contra de los operativos de limpieza.

De hecho, siempre declinó participar en jornadas de este tipo, porque sería una manera de contradecir mi criterio de que el más higiénico no es quien limpia, sino aquel que no ensucia.

No bien ha concluido el operativo de limpieza, cuando en pocos días el entorno higienizado luce igual de sucio y descuidado, sin que ninguna autoridad municipal impida la odiosa práctica de ciscar para que otro limpie.

Si las personas que acuden tanto al parque como a la playa a recrearse se abstienen de tirar desperdicios por doquier, sería un valioso aporte a la preservación de ambos recursos naturales, y nos libraríamos de las jornadas de limpieza que implican inversión de recursos humanos y monetarios.

En el país está muy arraigada la cultura de irse por las ramas en la solución de problemas que ameritan ser tratados desde la raíz, especialmente porque las leyes se aplican con un carácter muy selectivo, contrario a lo que ocurre en naciones celosas en la garantía del “buen vivir”.

El imperio de la ley contribuye a que compatriotas que emigran a esos países se abstengan de arrojar hasta el más insignificante desperdicio en las vías públicas, debido a las consecuencias que acarrea la proclividad a ensuciar.

Una de esas mañanas, luego de la jornada de ejercicios en el parque, cuando caminaba por una acera, estuve a punto de meter el pie en una alcantarilla.

Se habían robado la tapa, y los desperdicios y el agua contaminada estaban al tope.

Las tapas del alcantarillado robadas terminan en las metaleras. Otro problema en que también las autoridades se van por las ramas.

Los operativos contra esos males sociales tienen que ser definitivamente reenfocados, sin el preciado aporte de peloteros o de loables empleados como el del parque.

Cuestión de ley y orden.

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