El gesto es lo que importa

Oloff Palme.
A Oloff Palme lo mataron a la salida de un cine. Caminaba por una calle céntrica de Estocolmo, junto a su esposa, y le dieron dos disparos. Los necesarios para terminar su añorada redención social. El asesino nunca fue encontrado. El Primer Ministro sueco aoñaba contra la violencia y la justicia. El hecho ocurrió un 28 de febrero de 1986. Por esa fecha, en Cuba, Nicolás Guillén era acosado por sus médicos para una aventura operatoria, cirugía de la que nunca se recuperó.
Si rememoro aquellos lejanos episodios no es para advertir un recuerdo lapidario de quienes nos enseñaron a andar como “dueños de lo que hay en nuestro entorno”. Eso haría, años más tarde, el presidente uruguayo Pepe Mujica. Entre Palme y Mujica no solo mediaba el tiempo, sino otra diferencia: La Europa de Palme funcionaba al revés, mientras que los uruguayos apostaron por alguien capaz de detener la soberbia de una izquierda latinoamericana creída dueña del mundo.
Por aquellos años, y en mi caso, supe guardar distancias. Y ante una hecatombe cambié mi destino manifiesto: Organicé viajes a las zonas montañosas de Guantánamo con brigadas de artistas y escritores que a la larga fueron tirados al olvido, excepto por aquellos campesinos que nos enseñaron a pellizcarnos la piel.
Regístrate Gratis
Por favor, regístrate ahora para seguir leyendo