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EL INFORME OPPENHEIMER

La “depresión democrática” de América Latina

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ANDRÉS OPPENHEIMERSanto Domingo

Los politólogos han estado ha­blando desde ha­ce casi una dé­cada sobre una “recesión democrática” en el mundo, porque cada vez más países se están convirtiendo en autocracias. Pero en América Latina, la cosa está peor: ya es­tamos en una verdadera “de­presión democrática”.

Nunca he visto tantos países latinoamericanos descendien­do a gobiernos autocráticos desde las dictaduras militares de la década de 1970. En las últimas semanas, incluso los presidentes de Brasil y Méxi­co, las democracias más gran­des de América Latina, han tratado de acaparar poderes inconstitucionales.

- En Brasil, el presidente po­pulista de extrema derecha Jair Bolsonaro, conocido por muchos como el “Trump de los trópicos”, sugirió pública­mente el 7 de septiembre que no aceptaría una derrota en las elecciones de octubre de 2022.

Bolsonaro, que está cayen­do en las encuestas, dijo que solo puede haber tres resul­tados en las elecciones del año próximo: “mi arresto, mi muerte o mi victoria”. Y agre­gó: “Nunca seré arrestado”. Un día después, Bolsonaro dijo que había hablado en el calor del momento, pero ha estado haciendo declaraciones simi­lares desde hace varios meses.

- En México, el presiden­te nacionalista de izquierda, Andrés Manuel López Obra­dor, ha escalado recientemen­te su retórica contra el Institu­to Nacional Electoral (INE), la agencia independiente am­pliamente respetada que mo­nitorea las elecciones en Méxi­co. Los críticos temen que quiera destruir al INE, o res­tringir sus poderes, para po­der manipular las elecciones de 2024.

Además, López Obrador arremete casi a diario contra periodistas y jueces, y ha utili­zado su mayoría en el Congre­so para aprobar una prórroga inconstitucional del mandato de cuatro años del jefe de la Suprema Corte. En medio de un aluvión de críticas, el pre­sidente de la Suprema Corte anunció que no permanecerá en su cargo más allá de cuatro años.

- En El Salvador, los jue­ces nombrados por el cada vez más autoritario presiden­te Nayib Bukele anularon de hecho el 3 de septiembre una prohibición constitucional de elecciones presidenciales con­secutivas, lo que le permitirá a Bukele buscar un segundo mandato en 2024.

- En Perú, el recién elec­to presidente de extrema iz­quierda Pedro Castillo quie­re convocar una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución. Eso es exactamente lo que hizo el difunto líder autoritario de Venezuela, Hugo Chávez, después de asumir el cargo en 1999 para buscar pode­res absolutos y reelecciones indefinidas.

- En Argentina, el gobier­no del presidente Alberto Fernández busca reformar el sistema de justicia en un in­tento de despedir a los fisca­les que están investigando a la vicepresidenta y ex presi­denta Cristina Fernández de Kirchner por cargos de co­rrupción.

- En Nicaragua, el dicta­dor izquierdista Daniel Or­tega ha encarcelado en las últimas semanas a los siete principales pre-candidatos opositores para las eleccio­nes del 7 de noviembre, y a mas de veinte líderes de la sociedad civil. Ya no queda ni la semblanza de una demo­cracia en el país.

- En Venezuela, el fraudu­lentamente electo dictador Nicolás Maduro está conso­lidando su régimen. Maduro está negociando un acuerdo con la oposición con la espe­ranza de alentarla a partici­par en las elecciones regio­nales del 21 de noviembre. Pero pocos líderes opositores confían en que permitirá elec­ciones medianamente libres. - La dictadura de Cuba, mien­tras tanto, continúa prohibien­do los partidos de oposición y los medios de prensa inde­pendientes, y está intensifican­do la represión. Al menos 500 personas han sido arrestadas y muchas siguen en la cárcel luego de las masivas protestas antigubernamentales del 11 de julio.

El apoyo a la democracia en los latinoamericanos ha veni­do cayendo en la última déca­da, en parte por la desacelera­ción económica de los últimos años. Pero ahora, hay un fenó­meno nuevo: una nueva ge­neración de aspirantes a au­tócratas democráticamente electos, que se están aprove­chando del creciente descon­tento con la democracia.

“Este es un elemento nue­vo”, me dijo Sergio Fausto, un politólogo brasileño que dirige la Fundación Fernando Hen­rique Cardoso. “Además del desencanto global con la de­mocracia, tenemos liderazgos políticos de la izquierda y de la derecha que movilizan a la gente en contra de las institu­ciones democráticas”.

Eso es un mal augurio, en­tre otras cosas porque cuan­do los autócratas atacan a las instituciones democráticas como el sistema de justicia, desaparecen las proteccio­nes legales, y los inversio­nistas huyen de sus países. Y cuando pasa eso, las “depre­siones democráticas” a me­nudo se convierten en depre­siones económicas.

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