POLÍTICA Y CULTURA
Ramfis y la cabeza en la bandeja
De todas las obras de investigaciones que se han escrito sobre el caso Galindez, para mí la más completa, edificante y exhaustiva, lo es la realizada por Stuart A. Mckeever, “El rapto de Galindez y su importancia en las relaciones entre Washington y Trujillo”, sin desmedro de aportes muy significativos a la búsqueda de la verdad en otros textos. Creo haber leído todo el material bibliográfico publicado hasta ahora en relación con esta desaparición. Esta obra auspiciada por la Academia Dominicana de la Historia en el año 2016, fue posible gracias a la entonces Junta Directiva de la Institución, integrada por el Lic. Bernardo Vega, Presidente, Dra. Mu-Kien Adriana Sang Ben, Vicepresidente, Lic. Adriano Miguel Tejada, Secretario, Lic. José Chez Checo, Tesorero y el Dr. Américo Moreta Castillo, Vocal.
Hay un dato que incorpora a su investigación en la obra citada, McKeever, y se refiere a Ramfis Trujillo, que le relató Lorenzo “Wimpy” Berry, información que le había dado un comensal, quien había presenciado una escena macabra junto a hombres de negocios prominentes y que no le permitió dormir en toda la noche. Aunque no he encontrado en ningún otro documento de carácter histórico alusión a esta narración, cito el testimonio de “Wimpy” a McKeever: “Según el relato de Berry, el invitado acudió a su supermercado, blanco como un papel, aún temblando por su experiencia de la noche anterior y casi muerto del susto. Cuando había llegado el momento de servir el postre, Ramfis dejó la mesa y regresó con una gran bandeja cubierta. Levantó la tapa y se rió como un loco mientras los presente veían la cabeza de un hombre al que acababa de matar”.
El Dr. Guido D Alessandro (Yuyo) quien estaba casado con una hermana de la esposa de Ramfis, por lo tanto era su concuñado, me contó una noche en su hogar el tétrico instante vivido durante las expediciones del 14 y 20 de junio de 1959, cuando Ramfis sediento de sangre, llamó a la Base militar de San Isidro a sus amigos y como en el caso de Yuyo, cercanos por vínculos de familiaridad, para que participaran en la orgía de sangre que ejecutaba matando a los prisioneros de guerra de aquellas jornadas libertarias.
En un momento le pasó una pistola a Yuyo y le pidió que matara a uno de los expedicionarios previamente torturado con saña. Yuyo le respondió que él no podía hacer eso porque era cristiano, lo cual desató los demonios de Ramfis, quien lo retuvo preso, lo agredió, lo desnudó y lo insultó. Al leer el relato de “Wimpy”, que cita McKeever, recordé de inmediato el testimonio de Yuyo, aquella noche. Yuyo disfrazado de cura escaparía posteriormente a los Estados Unidos, de la intensa cacería desatada por Ramfis contra él, al enterarse que Yuyo era uno de los gestores del Movimiento Clandestino 14 de Junio, emparentado familiarmente con el inolvidable Manolo Tavárez Justo y las hermanas Mirabal, asesinadas luego.
Pienso ahora que el relato lóbrego de “Wimpy” sobre la cabeza en la bandeja exhibida por Ramfis aquella noche, pudo ser escalofriantemente cierto.