VIVENCIAS
La tristeza no viene de Dios
La tristeza es un estado anímico que cuando se prolonga en el tiempo puede tener consecuencias nefastas en nuestra relación con Dios. Se dice entonces que la tristeza es un “enemigo oscuro y sórdido que corroe de manera taimada lo mejor que hay en nosotros.
Es la trampa favorita del Maligno que busca desestabilizarnos y destruirnos como la “polilla al vestido y la carcoma a la madera dañando nuestro corazón” (Proverbios 25,20).
La extensión del mal que pulula en el mundo no necesita que le hagamos el juego a la estrategia del Maligno agregándole tristeza, ya que esta no permite salir de la oscuridad en que estamos instalados impidiendo que superemos las angustias que de por sí trae la existencia.
Un proverbio chino dice que no se “puede evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza; sin embargo, puedes evitar que anide en tu caballera”. Por tanto, es un excesivo riesgo que se corre cuando alguien se entrega a una excesiva tristeza porque esta elimina totalmente el valor que nos identifica como personas de fe.
El remedio contra una aflicción prolongada es la alegría de amar y sentirse amado, alegría que nace del bien, que solo se encuentra mirando hacia lo alto y teniendo a Jesús como el único que puede cambiar las penas en gozo.