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¡Retroceder nunca, capitular jamás"

La vida es una guerra permanente en medio de la cual se nos presentan batallas de toda índole. Las variables (causa u origen, territorio, objetivo) son indiferentes y cualquiera de ellas puede ser extrapolada sin mayores inconvenientes a nuestro diario vivir y nuestro desempeño individual o colectivo. En cualesquiera de ellas que usted elija encontrará una suerte de correspondencia metafórica con nuestros particulares escenarios y vivencias.

Por lo anterior tiene tantas lecturas la famosa obra "El arte de la guerra" de Sun Tzu, por eso es un clásico utilizado por conferencistas motivacionales y coaching de todo género a nivel planetario. ¡Porque la vida es una guerra! Es verdad, pero una guerra llena de experiencias enriquecedoras de nuestro acervo y nuestras habilidades para enfrentar futuros desafíos.

Todo viene a cuento a propósito del año 2020 que está por finalizar. Las ambiciones de preeminencia en la ciencia, la tecnología, el arte, la historia, resumidas en la afanosa ambición de poder, han colocado el planeta en una situación de Estado de Sitio. Sí, estamos sitiados por un enemigo común invisible que no pareció prever Sun Tzu ni imaginó el más aprovechado de sus lectores. Un Estado de Sitio en el que, entre los grandes, se lanzan y devuelven recurrentemente la pelota de la responsabilidad, y los pequeños, apenas si nos toca el rol de actores pasivos (pacientes, en el término médico de la palabra) por ser los que padecemos sus ocurrencias y su vanidad.

Para el mundo entero esto ha significado la catástrofe de lo que va del siglo. Pérdidas humanas y materiales que no terminan de cuantificarse. Conversando con uno de los líderes más prominentes del país, no hace mucho tiempo, éste me dijo que la economía mundial comporta un decrecimiento promedio de un 9%. Imagínese todo lo que habrá que hacer para nivelar su desempeño y colocarla, al menos, donde estábamos.

Sin embargo, como vivir -quizás sería mejor sobrevivir- siempre ha implicado un reto, estamos colocados en el vértice que reclama nuestro más grande arrojo y capacidad de resistencia (psicológica, sociológica, filosófica) y no podemos rendirnos, porque después de todo "estamos condenados a ser libres" -para tomar prestada la expresión a Sartre- y esa condena habremos de cumplirla y hacerla cumplir a contrapelo de aquellos ambiciosos perturbadores de nuestra paz. Por eso se me ocurre para esta ocasión la frase "retroceder nunca, capitular jamás".

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