ORLANDO DICE
Claridad, amistad
Nadie aprende en cabeza ajena se decía en un tiempo, cuando todavía la tecnología no había establecido su reino.
El dicho que lució tan sabio en su momento ahora puede replantearse. A nadie atemoriza la cárcel ajena, pues de ser lo contrario, no se cometieran delitos y tal vez no existieran las penitenciarías.
La impunidad ampara, pero eso no significa que en ocasiones no se haya sometido a la justicia a los que faltan a la ley.
La política es un terreno que en crecen las malas yerbas, y más que difícil sembrar otras plantas, pues no dejan espacio.
Además, nunca se las corta, siempre se las poda, y por efecto de su propia naturaleza, retoñan.
Si se mirara hacia atrás se recordaría que la antigua o desparecida cárcel del ensanche La Fe albergó gente de alcurnia política, social y económica. Igual Najayo.
No fueron encierros duros, se permitieron facilidades, pero padecieron las de Caín. Ningún mayor horror que perder la libertad.
Estas observaciones parecen ociosas, y no lo son.
El presidente Luis Abinader aleccionó el pasado miércoles a sus altos cargos de una manera gráfica e interesante.
Quiso que se vieran en el espejo roto del grupo puesto a buen recaudo por la Procuraduría, acusados de defraudar los dineros del pueblo.
Por si acaso alguien no lo tenía claro, eliminó las dudas. La justicia independiente, o por lo menos el ministerio público, es una cuchilla que se afila para cualquier garganta.
Hoy unos, mañana otros.
Ese pena de la vida al estilo de la batalla de Palo Hincado provocó reafirmaciones y subordinación al nuevo Evangelio.
Todo el que se aparte de la línea, que se salga del tiesto, debe saber que va por cuenta propia, que no habrá amparo de poder.
El documento o la ocasión pueden ser objeto de diversas interpretaciones, pero lo importante es que lo dijo. Y esas palabras, en la actual circunstancia, no están de más.
El presidente conoce sus hombres, y si consideró que era oportuno advertirlos, razones de sobra tendrá. A mayor claridad, mayor amistad.