EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD
De Dios, ciencias, cerebro y arte
Al doctor José Juan Castillos Almonte, caro amigo, gran científico.
Dos años después de haber sido relevado del cargo de Gobernador de la Hispaniola, Nicolás de Ovando recibía La Parca (1511) ignorando que a 2,236.3 km, en El Vaticano, Roma, Michelangelo Buonarroti (1475-1564) la burlaba, eternizándose al concluir sus frescos en la bóveda de la Capilla Sixtina.
El cuarto de esos retablos, de 2.8x5.7 m, aborda la “Creación de Adán”.
Es una obra llena de sugestivos y científicos significados; importante al indicar la esencia fascinante del período renacentista: convergencia y celebración de: a) un espíritu dualista (racional y sensible) que a la grandeza divina ató su trascendencia y b) la eclosión de una tolerancia ilustrada e interior en el seno de aquella iglesia satisfecha con lo creado, lo recibido y con ella misma.
Satisfacción que nacía de la abundancia: papado, reyes, príncipes, cortesanos, artesanos, manufactureros, inventores, artistas, maestros y comerciantes prosperando en un espacio histórico denominado proto-industrial por Franklin Mendels y Peter Kriedte y Cols (Hans Medick, Jürgen Schlumbohom). Para estos, atisbó en el siglo XII, propiciado por: a) el ansia de rentabilidad mediante excedentes productivos; b) el crecimiento de la productividad agrícola y c) la aparición progresiva de grupos de trabajadores.
Enriquecidos, pensaban y expresaban, contrario al protagonista de “Las penas del joven Werther” (1774) de Johann Wolfgang von Goethe, que vivían el paraíso terrenal; que jamás hubo tiempo mejor que el suyo.
A 19 años del “Descubrimiento”, las narrativas y muestras de indios llevadas a las cortes europeas por los navegantes confirmaban “empíricamente” la existencia real del paraíso bíblico.
Esas aristocracias secular y eclesial ingresaron a su disfrute sin remilgos religiosos y el Papa consintió en que Michelangelo Buonarroti expusiera, desnuda, la heroica belleza del ser creado por Dios a su imagen y semejanza: manifiesto aprobatorio del humanismo.
Hace 30 años, el doctor Frank Lynn Meshberge resaltó que la nube continente de “Dios” en “La creación de Adán” semejaba un hemisferio cerebral, probando el vínculo troncal entre arte y ciencias. Desde el siglo XIV los estudios anatómicos, incluyendo disecciones, habían renacido con Mondino de Luzzi (1270-1326), cuya obra “La Anatomía Mondino (1316), publicada en 1475, fue texto universitario hasta el siglo XVI. A las disecciones —está documentado— asistieron Donatello (1386-1466) y Leonardo Da Vinci (1452-1519), indicando la obligatoriedad de tales estudios para los artistas. De ahí, Miguel Ángel obtuvo tal conocimiento.
Suya es, sin embargo, el paradigma poético: Dios producto del cerebro, órgano fuente de inspiración y curiosidad para artistas y científicos.
Tras anteayer, noviembre 09, 2020, se informó el vital rol de los astrocitos (principales y más numerosas células gliales) en la regulación de la circulación y la acidez (Ph) cerebral causada por su hiperactividad permanente. Para lograrlo, al menos un tercio de los astrocitos liberan “más de 75 litros diarios” de bicarbonato, proporcionales al activismo cerebral.
Tales “bombeos”, mantienen el equilibrio ácido requerido para la buena funcionalidad cerebral, el procesamiento informativo, su propio flujo sanguíneo y la presión arterial sistémica.
Hallazgos importantes, obtenidos por equipos de investigación liderados por los doctores Shefeeq Theparambil (UCL Queen Squqare Institute of Neurology y el Centro de Estudios Científicos de Chile) y Alexander Gourine (UCL Neuroscience, Physiology and Fharmacology).