MIRANDO POR EL RETROVISOR

Bienvenida al club

Una joven que recién se abre camino en la Comunicación Social me contó que su intención era durar poco tiempo en el ejercicio, porque tenía otros proyectos ajenos a la carrera.

Pero al escucharla hablar con entusiasmo de los logros alcanzados en el poco tiempo que lleva en un medio de comunicación, me di cuenta que su incursión en la profesión vislumbra un ejercicio dilatado.

En mi caso pasó igual, nunca pensé que ejercería esta profesión por un tiempo tan prolongado, pero en el presente año, tan especial por la incidencia del nuevo coronavirus Covid-19, cumplí ya 26 años de labor ininterrumpida en diferentes medios de comunicación.

Pese a los sinsabores que en un momento determinado puedan asomar, por los bajos salarios, falta de incentivos, poca valoración de nuestro trabajo por parte de las empresas donde laboramos y las jornadas tan agotadoras de cada día con escasas oportunidades para el ocio o para compartir en familia, ser periodista es algo que llevamos en la piel como el ADN, esa molécula que contiene la información genética de todos los seres vivos.

Pensé en la observación que me hizo esa joven periodista en el instante que firmé el pasado jueves las declaraciones de Chapultepec y de Salta, durante un acto realizado en el periódico Listín Diario, donde laboro desde hace 14 años.

Se trató de un momento muy emotivo y solemne porque todos los periodistas de la redacción firmamos ambos instrumentos que defienden la libertad de expresión y de prensa con lápices de grafito que contienen el ADN de tres periodistas asesinados en sus labores, crímenes que permanecen en la impunidad.

Ambas declaraciones han sido firmadas como parte de una campaña lanzada por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) llamada “Lápices Inmortales”.

Esos lápices contienen el ADN de los periodistas Carlos Lajud, de Colombina; Irma Flaquer, de Guatemala, y Alfredo Jiménez Mota, de México.

Es casi seguro que el asesinato de estos tres comunicadores, al igual que los 14 ocurridos en los primeros seis meses del año, estuvieron precedidos de las presiones y amenazas que reciben los periodistas para intentar doblegarlos en su sagrada misión de brindar a las sociedades informaciones veraces, imparciales y oportunas.

Pero los comunicadores no se doblegan ante los riesgos que implica ejercer la profesión que eligieron.

Es ese ADN del que hablé al principio y que, sin importar los graves peligros que enfrentamos cada día, nos permite seguir firmes en esta profesión que forma parte de nuestra vida misma, sin pausas, sin que asome al pensamiento la idea de que será un tiempo fugaz.

Con respecto a la joven periodista que piensa tener un paso efímero en esta hermosa carrera, estoy casi seguro que tendrá un ejercicio dilatado y fructífero. La forma en que me habló de los logros alcanzados en tan poco tiempo me mostró que será todo lo contrario a su intención de alejarse de lo que habla con tanta pasión.

Solo me queda decirle: “Bienvenida al club”.

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