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Luis aplacó el “ruido”

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

El presidente Luis Abinader, que reafirmó en su último discurso las muestras iniciales de aper­tura, de buena intención y de ser hombre que escucha, de­berá tener los ojos muy abiertos y cuidar­se a tiempo, ya no solo de una oposición morada insensata que apostaría al fracaso de su gobierno, sino también del accionar peligroso de algunos de sus propios funcio­narios sin dotes gerenciales, y sin mucho sentido del daño que le ocasionan a la ins­titución y a la imagen oficial con decisiones que chocan con la ley y con derechos ciuda­danos. Hay gente que, con cancelaciones masivas y sin reparar en años de servicio, en preparación de los afectados ni el costo político de las medidas, han sembrado un pánico y una intranquilidad inconveniente en la administración pública, donde hasta gente del PRM y que votó por Abinader han perdido sus empleos.

Hay casos, a ser revisados por injustos y dañinos en todos los sentidos, en los que a los “desahuciados” los han mandado para su casa –un crimen en estos tiempos de cri­sis sanitaria y económica como la existen­te– sin liquidación o prestación alguna, co­mo el de una señora ya con 60 años y 20 en servicio, publicado en las redes sociales. Ni hablar del empleado que se tiró de El Hua­cal, pero a quien manden para su casa en las condiciones de la señora en cuestión, sin pensionarla antes, es como para que se muera. Se sabe de algunas ayudas a minus­válidos o personas especiales, de ocho mil pesos o algo parecido, que han sido sus­pendidas, aunque haya sido por error o por no investigar.

El presidente, que aplacó el “ruido” de los impuestos y se puso a la ofensiva en su discurso, tiene que frenar de cuajo el pánico y la inseguridad de los empleados públicos, metiendo “en cintura” a quien, sin tener mucho que perder, esté desarti­culando la institución que hayan puesto en sus manos, haciendo un daño innece­sario que, al final, a quien terminaría per­judicando sería al gobernante.

El presidente no puede ser compasivo con quien desde el tren oficial –y cual pino nuevo– lo lleve a cometer errores de un alto costo político, como el de los impuestos que generó el rechazo y él debió dejar sin efec­to. Ese traspié no debió ocurrir nunca. ¿El mago que aportó la idea todavía es funcio­nario? Luis, aunque dando para atrás, salió bien del trance.

Pero, sin poderse recoger, hubo leche de­rramada. Y en el complejo manejo del po­der, en ocasiones, se hace imperativo al­gunos “sacrificios” , porque lo primero es preservar al “príncipe”.

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