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COLABORACIÓN

¡Señor Presidente…en el Palacio, solo nuestra bandera!

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MIGUEL ANTONIO FIALLO CH.Santo Domingo

Nuevos aires de esperanza soplan en el país. Una vo­luntad de ser­vir se siente en la atmosfera, enrarecida aun por la pasa­da desidia, la corrupción administrativa y la falta de identificación con los valores patrios. Nuestra bandera in­tenta recobrar su identidad mancillada por la traición y la desfachatada irresponsa­bilidad.

Durante varios años por este mismo medio, advertía­mos al pasado Presidente de la Nación que atendiera los valores patrios por encima de absolutamente todas las prioridades existentes, pe­ro como dijo un gran Califa del siglo VII refiriéndose a un gobernante de su época fue “…sordo cuando se le refería al oír el buen consejo; mudo cuando se refería a la decla­ración de la Verdad, y ciego cuando se le pedía ver los he­chos y las realidades”.

Lamentablemente y con asombro, vemos como en su propio “Hogar Laboral”, nuestro Palacio Nacional, se comete la desafiante y per­versa afrenta de exhibir en un escritorio una bandera LGBT, emblema de una pre­ferencia sexual, que desna­turaliza los principios y los valores morales que funda­mentaron nuestra Nación.

¡Entendemos, Presiden­te Abinader, que si bien Ud. es el presidente de todos los dominicanos, indepen­diente de sus creencias po­líticas, religiosas y predilec­ciones sexuales; en la Casa de Gobierno que su Exce­lencia honrosamente mo­ra; Ud. es el responsable de velar por la integridad y el mantenimiento de la rec­titud, solemnidad, proto­colo y dignidad de su es­pacio laboral!... ¡Nuestro Palacio Nacional, solem­ne testigo mudo de tanta sangre, tantas intrigas y a la vez tantos nobles sacri­ficios!!

La colocación de ban­deras sobre preferencias sexuales donde mora nues­tra Bandera Nacional es un atrevimiento, una impudicia y un descaro a su propia alta magistratura y al soleo pre­sidencial. Su familia es un ejemplo de una familia de­cente, cristiana y un paradig­ma de la moral y las buenas costumbres. No permita que la insolencia mancille en tan temprana etapa, la grandio­sa empresa y gestión guber­namental que Ud. evidente­mente llevará a cabo y que transformará el país devol­viendo la confianza, la espe­ranza y el progreso a la fami­lia dominicana. Confiamos en su sano juicio de tomar las medidas pertinentes para abortar esta nueva afrenta a la moral, la dominicanidad y los principios cristianos. Una nueva osadía que podría ser apenas la punta de un ice­berg que emerge lentamente como una pieza de un rom­pecabezas siniestro que po­dría cernirse sobre nuestra nación!

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